­Más de 200 goles avalan la carrera profesional de Javier Saviola. Se dice pronto, pero el menudo delantero malaguista es toda una institución goleadora en Europa. Un killer del área que ha pasado por algunos de los mejores clubes del planeta. Un conejo que brinca por la zaga rival y que la vuelve loca con sus movimientos. Si alguien pensaba que el «Pibito» llegaba a la Costa del Sol de vuelta a sus 30 años estaba muy equivocado. Saviola tiene hambre de fútbol. Necesita el gol para sobrevivir. Y ya suma tres tantos en cinco partidos. Números de estrella.

En un breve repaso a la historia del «Conejo» se puede comprobar la capacidad goleadora que le atesora. Antes de aterrizar en Europa, el genial jugador argentino ya acumulaba méritos suficientes como para ser un jugador respetado en el Viejo Continente. En River Plate había formado una pareja letal con su amigo Pablo Aimar, con el que años más tarde volvería a coincidir en el Benfica. Pero el Barcelona le echó el ojo, pagó 36 millones de euros y se lo trajo como estrella del proyecto de Joan Gaspart. Era el Barça de los holandeses y Rivaldo, pero un argentino sería el encargado del gol. En su primera etapa completó 133 partidos de azulgrana y marcó 57 tantos. Registros de estrella para completar tres temporadas al máximo nivel.

Sin embargo, se marchó cedido en el verano de 2004 al Mónaco, donde puso de manifiesto su calidad en la Ligue 1 francesa. En 36 partidos marcó 11 goles. Buenos registros en un equipo con menor poderío ofensivo que el Barça. Al curso siguiente volvió a marcharse cedido, esta vez al Sevilla. Allí ganó la Copa de la UEFA 2006, pero dejó 14 goles para la posteridad.

Regresó al Barcelona más maduro, pero apenas tenía hueco. Aún así aguantó una temporada más en la que Rijkaard apenas contó con él y donde marcó 5 goles.

Saviola no encontraría la renovación en el Barcelona, pero el Real Madrid estuvo rápido para encontrar en el argentino un nuevo caso con el que golpear con fuerza al eterno rival en el verano de 2007. El «Conejo» estuvo dos temporadas en la Casa Blanca, pero su aportación fue efímera. Quizás completó su peor etapa como futbolista en España y también de su carrera. Apenas disputó 30 partidos y sumó sólo 5 goles.

Saviola entendió que debía abandonar la disciplina blanca para volver a ser estrella. Fue traspasado por 5 millones de euros al Benfica, donde volvió a recuperar números de crack. En Portugal no alcanzó los registros del Barcelona, pero se acercó con un total de 39 goles en 122 partidos. Su aportación en el último año también se difuminó, sobre todo en la faceta goleadora con seis tantos.

Pero el pasado verano, hace poco más de un mes, el Málaga contactó con él. En una petición expresa de Manuel Pellegrini, el «Pibito» hizo varios esfuerzos por recalar en la disciplina malaguista. Primero por su fútbol, que parecía ya de videoteca y recluido a sus mejores épocas en otros clubes. Y segundo económico. Llegaba al Málaga tras pelear la carta de libertad en el Benfica. Firmaba por un año, pero está seguro de sus posibilidades en Martiricos.

Saviola, desde luego, ha caído de pie en Málaga. El argentino debutó en Zaragoza en un gris partido malaguista, que aún así se llevó la victoria. Pero a la siguiente jornada se enfundó la albiceleste, como la de su selección, desde el primer minuto. Y ahí ya no defraudó.

Fue contra el Levante su primer partido de titular, pero en tan poco tiempo puso patas arriba La Rosaleda y se ganó el cariño de la grada. Marcó un gol, peleó y asistió otro tanto siendo la estrella contra los granotas. Se retiró sustituido entre honores de héroe.

Contra el Zenit tampoco faltó a su cita con el gol para deleite de la afición. Tuvo un impás en Bilbao, pero el pasado sábado volvió a marcar contra el Betis, su víctima preferida (7 goles en 11 partidos). Además, un pase suyo provocó el penalti sobre Eliseu.

Saviola no sólo es gol en el Málaga. Se ha ganado la titularidad con razones de peso. Se asocia con los «mágicos» del Málaga -Isco, Portillo y Joaquín- como si llevara toda la vida jugando con ellos y se mueve entre líneas con si fuera Pellegrini el que moviera sus hilos imaginarios. Así es Saviola, un pedazo de jugador pese a medir 168 centímetros.