Escuchar el himno del Málaga CF en La Rosaleda entonado por la afición malaguista es una experiencia gratificante. Además, siempre suele coincidir con el júbilo y alegría que supone una victoria blanquiazul. Poco se había escuchado cantar al respetable tan bello canto esta temporada por lo irregular que se mostraba el equipo, pero ayer, en modo de liberación total, se escuchó más nítido y majestuoso que nunca tras una victoria muy trabajada del conjunto de Javi Gracia sobre el Deportivo de la Coruña.

Un triunfo balsámico, trabajado y que invita a un optimismo moderado. 2-0 fue el resultado final, pero el marcador no refleja lo difícil y lo mucho que tuvo que remar el Málaga anoche para sellar su segunda victoria de la presente temporada.

Pero que nadie se engañe. Este equipo está confeccionado para trabajar y sufrir. Pelear como lo hizo en la segunda parte de ayer contra el Deportivo y contar con esa dosis de suerte que hasta la fecha le había sido esquiva.

Hoy el malaguismo vuelve a ensalzar a Javi Gracia tras unos primeros conatos de discrepancias con el navarro. Ayer el míster buscó un golpe de efecto dando entrada a Tighadouini en el once inicial. El «Barrilete» del Málaga se disfrazó, salvando las distancias, de Amrabat y lideró al equipo en ataque. El marroquí -con su seleccionador en el palco- fue creciendo en el partido y tras mostrar dudas en los primeros minutos, cambió el chip, realizó una jugada prodigiosa con regates y auto-pase incluido, notó el calor de la grada y se vino arriba.

Desde ese momento «Tigha» se creció como los buenos toreros y fue una pesadilla para la defensa del Deportivo. Así, asumiendo galones se encargó de lanzar la falta que se convirtió en el primer gol del Málaga y abrir la lata. Desde el vértice izquierdo del área, «Tigha» lanzó a media altura y el balón se coló entre mil piernas amigas y rivales para superar a un Lux que no pudo hacer nada. Después, con el partido ya agonizando y sin que el Deportivo mostrara señales de querer empatar, Juankar sentenció con un zurdazo pegado al palo desde dentro del área.

Por fin, al igual que el día de la Real Sociedad, la afición pudo marchar tranquila y con la satisfacción de ver al Málaga ganar, salir de los puestos bajos y colocarse, con 9 puntos, en la zona media de la tabla. Tres puntos que sirven para a cimentar de nuevo las bases de un proyecto al que solo le falta crecer y creer en sí mismo.

Y eso que lo que se vio en la primera mitad no invitó, precisamente, al optimismo. El Málaga salió bien al partido pero pronto mostró esa imagen «acarajotada» de citas anteriores. Y es que a veces este equipo se desconecta y muestra una cara propia de un «grande» sin serlo. Esa de equipo que se cree que el gol acabará llegando por su propio peso. Pero el Málaga no tiene ni la calidad ni los recursos ilimitados de los «ricos» de esta Liga para ponerse el frac. El Málaga tiene que colocarse el mono de faena, como hizo tras el descanso, y trabajar el partido como si del trabajo en una mina se tratara.

Sobre todo mientras no esté Nordin Amrabat, el único jugador de esta plantilla capaz de desequilibrar un partido él solito. Ayer esa labor la ejerció Tighadouini con cierta soltura. Aprovechó la oportunidad ante un equipo que venía enrachado y se ganó la confianza de todos.

Además, otro partido más con la portería a cero. La consistencia del Málaga atrás es incontestable pese al traspiés de Valencia.

Ahora, con el impulso de estos tres puntos, el Málaga se lanzará el próximo domingo a por el primer triunfo del curso lejos de La Rosaleda.