Cientos de solteras acuden durante toda la jornada de hoy, día de San Antón, a una ermita de la localidad malagueña de Mijas para lanzar piedras a los genitales del santo para que les conceda novio, según una tradición que data del siglo XV y cuyo origen se desconoce.

En la entrada de la ermita, todos los años, el día de San Antonio Abad, el anacoreta que siempre defendía a los animales y que es conocido como San Antón, patrón de los animales, es sacado de su urna tras la misa.

Con el toque de una caracola comienza una jornada especial en la que se invita a los vecinos y visitantes a acudir a misa.

Tras la celebración religiosa, las mozas aprovechan para lanzar pequeñas piedras al santo y, si éstas le caen en la entrepierna, la creencia dice que tendrán la posibilidad de encontrar novio y casarse.

La ancestral tradición procede de un antiguo ritual y el rito se ha transmitido de generación en generación.

Hay constancia escrita de que ya en 1490 iban las mujeres al templo a pedir marido, aunque no se logrado averiguar el origen del apedreamiento ni el porqué del interés en alcanzar los genitales.

Las ancianas explican que hay que tirar tres piedras que previamente han sido cogidas de los alrededores de la ermita y muchas son ya las mujeres que dan fe de la eficacia de este casamentero método.

Casualidad o no, ilusión o predisposición, lo cierto es que muchas mujeres afirman que la tradición es tan real y efectiva que en ocasiones, en vez de un novio han salido dos, por lo que tiene que ir al año siguiente para pedir al santo que las oriente y así decidir con cual se deben quedar.

La festividad de San Antón está cargada de tradiciones, por lo que nunca faltan numerosos animales que son llevados por sus dueños para que sean bendecidos por el santo, si bien hace unos años eran éstos estaban vinculados con actividades agrarias y ahora se suelen encontrar animales domésticos y alguna mascota exótica, como iguanas y hurones.

Ovejas, conejos y cerdos han pasado a la historia en numerosos pueblos de España para ser sustituidos por niños que acuden con sus mascotas.

Antiguamente, también era frecuente ver como algún párroco bendecía a un guarro recién nacido, que era soltado y alimentado por los vecinos hasta que el animal -bautizado como cerdito de San Antón- quedaba bien cebado y, cuando llegaban las fiestas patronales, se rifaba o vendía para poder financiar parte de los festejos.