Desde la Prehistoria la Península Ibérica produce sal a través de salinas costeras o de las explotaciones salineras de interior, también conocidas como salinas de manantiales. En Sierra de Yeguas se conserva la única salina de interior de la provincia. La tercera generación continúa el legado que Juan González dejó en este municipio tras su construcción en el año 1956.

Un médico del pueblo aconsejó a Juan la perforación de pozos en busca de agua salada procedente del manantial que transitaba por una mina de sal que sus tierras escondían. Tras varias pruebas se erigieron las salinas, piscinas que se extienden en dos hectáreas de terreno, también conocidas como eras, a las que llega el agua del manantial. La evaporación natural precipita la sal y el posterior secado permite extraer el cloruro sódico.

La modernización llegó hace una década a esta salina de interior. Las instalaciones originariamente de piedra y arcilla abrieron paso a piscinas levantadas con hormigón haciendo la recolección más rentable y dejando atrás la ardua recogida con palas, rodillos y espuertas.

Juan Manuel, nieto salinero del creador de esta mina de sal tomó el testigo de su padre, Manolo González, siendo el encargado entre los meses de junio y septiembre de coger el cloruro sódico precipitado tras la acción evaporadora desencadenada por el sol, en plena época estival, en el interior de la provincia de Málaga.

Anualmente se recolectan unas 200 toneladas de sal a las que se suman 8.000 metros cúbicos de salmuera (agua cargada de cloruro sódico), que se comercializan en las fábricas de aderezo de aceituna de mesa de la zona desde el nacimiento de esta mina de sal.

Del manantial emana agua durante todo el año, pero las bajas temperaturas del otoño y la época invernal impiden la evaporación natural. «Calentar el agua de forma artificial sería muy costoso al no cubrir los costes de producción», señala Juan Manuel González, quien indica, no obstante, que algunas salinas de mayores dimensiones suelen extraer sal durante los 365 días del año.

«Llevo con la salina desde los 23 años. Para mí es una tradición y una forma de vida», confiesa Juan Manuel, quien señala que esta sal que proviene de manantiales naturales también puede servir para tratamientos de la salud por sus propiedades: «Igual que en el Mar Negro, cuando te sumerges en este agua flotas. Sus propiedades son innumerables».

La salina de Sierra de Yeguas dormita durante el invierno impaciente por la llegada del verano, para que el sol incida sobre ella y deje salir una reluciente sal que Juan Manuel tiene la esperanza de que siga siendo recolectada por futuras generaciones.