Calderón (base titular de los Toronto Raptors), Rudy Fernández (Denver a Madrid), Juan Carlos Navarro (MVP del último Eurobásket), Pau Gasol (ala-pívot de Lakers, excampeón de la NBA) e Ibaka (subcampeón de la NBA con Oklahoma). Ése es el quinteto con el que Sergio Scariolo realizará el asalto al oro olímpico, el único reto humano que le queda a esta generación tocada por los dioses del baloncesto.

Campeones del mundo en Japón 2006 y reyes del Viejo Continente en Polonia 2009 y Lituania 2011, ahora queda la gloria olímpica. Se rozó en Pekín 2008, cuando la plata también supo a gloria, y el paraíso aguarda de aquí a unos cuantos días, en Londres.

Camino a la capital británica viaja el combinado nacional, invicto por ahora, tras dar un paso más ayer en el amistoso disputado en Málaga ante Australia. A España, por ahora, no le tose ni la atlética Francia ni la Gran Bretaña de Joel Freeland ni tampoco el combinado aussie. Gana con oficio, como con rutina, por una ley impuesta en ese gen ganador con el que nacieron estos tipos que dentro de la pista son un equipo y fuera, un grupo de buenos amigos. A ratos, la selección juega con brillantez. Por momentos, con el freno de mano echado. Y, lo peor del camino preparatorio, con problemas físicos y lesiones.

Ya se perdió Marc Gasol la «batalla» de París del fin de semana. Tampoco se vistió el martes en Granada ni ayer en Málaga. Sensaciones malas por una contusión en el hombro. El pívot de Memphis, que ha estrenado este curso un contrato millonario, forzará para estar en Londres. «Va mejorando», alivió Scariolo a la conclusión del encuentro. Peor pinta tiene lo de Sergio Rodríguez, que ayer se retiró lesionado.

«Me he roto», decía el del Real Madrid mientras iba hacia el banquillo, cabizbajo, desencajado, y gesticulando con las manos a 3:50 del descanso, maldiciendo su estampa. Lo suyo tiene muy mala pipa, porque aporta magia en la dirección. A la contundencia de Calderón, que ayer fue el de las grandes ocasiones, y la sobriedad de Sada, el «Chacho» aporta creatividad y alegría. Como Ricky Rubio, pero en versión canaria.

Y, casualidad o no, su presencia en pista coincidió con la reacción española en el segundo cuarto. El 21-27 (15´) mosqueaba en la grada y con Sergio Rodríguez, más la entrada de Pau Gasol, se cambió el panorama en un periquete (29-27 a 3:28). Había sido, hasta entonces, un choque de alternativas, disputado a la carrera, y muy marcado por los bases.

Mills fue quien disparó primero (7 puntos consecutivos) y Calderón el que respondió con dos triples que no le dieron respiro a los aussie. Así que España apostó por lo seguro, por Gasol e Ibaka por dentro, y Scariolo se agarró a una defensa zonal 2-3 que alternaba con individuales para hacer daño a un equipo rival intenso, bien trabajado, que no irá de farol a la cita olímpica. Y eso que no «pudo» cotar con Andersen.

La estrella del Siena se enzarzó en una pelea con las faltas poco responsable. Cometió la tercera a 7:59 del descanso y la cuarta, al minuto y medio del tercer parcial. Con todo, acabó con 12 puntos, el segundo máximo anotador de los suyos, con apenas 16 minutos en pista. Australia le echó de menos, aunque la briega de Baynes le mantuvo de pie. Y hasta por delante (40-44). Pero Scariolo tocó resortes e hizo crecer al equipo (51-46) hasta que emergió el barcelonista Joe Ingles, que dejó el partido en un puño antes del cuarto definitivo: 56-55.

No es perfecta la selección. Sigue sin ubicarse Claver como falso cuatro y a San Emeterio le cuesta horrores tomar las decisiones tan eficaces que adopta en Vitoria. Navarro está aún de pretemporada por su fascitis plantar y Rudy llega justito tras recuperarse de la espalda y se cansa demasiado.

Pero esos detalles se solapan con la consolidación de un Llull inmenso, con un Ibaka mucho más integrado y con la mejor versión de Calderón. Además, anoche, fue con el «equipo b» con el que España remató la faena. Zona 1-3-1, como ya hacía Scariolo en Málaga, Felipe como pívot y Llull martilleando el aro de tres. El 66-59 (a 6:47) creó una línea ya infranqueable. Cuando Pau y Calderón regresaron la renta alcanzó la máxima de todo el partido: 74-63. Se llegó a los 12 (78-66), y la cosa quedó zanjada con 81-75. España sigue ilusionado.