El ministro de Industria, Miguel Sebastián, parece empeñado en seguir los pasos de Alfonso Guerra cuando dijo que los descamisados constituían la máxima preocupación del socialismo gobernante. Ahora se trataría de los descorbatados, con el pretexto del ahorro de energía, suponiendo que sea cierto que si los hombres no llevan corbata se puede subir la temperatura en los edificios y, por tanto, ahorrar en enfriarlos. Es una dudosa lección de economía, a la vez un tanto machista, ya que o bien cuando hay corbatas se castiga a las mujeres con excesivo frío ambiental (ellas no suelen usar esa prenda militar originaria de Croacia) o bien ahora se les vuelve a marginar, al establecer la temperatura en función de cómo se visten los hombres. Todo ello no deja de ser más que una serpiente de verano para los medios de comunicación, encantados con esa polémica en la que se han enzarzado el descorbatado Sebastián y el siempre encorbatado Bono. Unos y otros parecen olvidarse de que lo esencial es el precio de la energía, materia en la que es parcialmente competente el ministro descorbatado, a quien no le tiembla la mano para proteger los intereses de las eléctricas por mucho que ahora juegue a emular a Alfonso Guerra, durante años el adalid de la izquierda en el PSOE.

La corbata ya no está hoy asociada ni a los militares que la crearon ni a una determinada clase social, por lo que su uso se ha democratizado. Enredar sobre ello puede ser un divertimento para un verano entristecido por las noticias económicas pero difícilmente va a resolverle sus problemas al audaz ministro de Industria que, a falta de votos, siempre se pega a Zapatero. Sorprende que la Asociación de Fabricantes de Corbatas siga sin condenar a Sebastián por su ´mal ejemplo´. Fue lo que hizo con el ex conseller catalán Josep Bargalló, poco amigo de la prenda que dicen que marca seriedad y distinción.