Ante la duda, haz periodismo, dice un maestro. Ante los congresos de los partidos políticos, cócteles de canibalismo y amistad, de parabienes y besamanos, de qué buenas son las hermanas ursulinas que nos llevan de excursión, ¿hacemos también periodismo? Este fin de semana, por ejemplo, o los dos anteriores: enésima entronización de Chaves, septuagésimo gesto de discrepancia popular en Euskadi, manifiesto éxito de Zapatero y remedo de Sísifo a cargo del compañeiro Rajoy, ¿se podía hacer periodismo?

Escribe Juan Cruz en su última e insuperable obra: "Los periodistas somos seres ausentes y despiadados, desalmados, miramos por encima del hombro, rompemos el prestigio, nos quejamos de que destrocen el nuestro, somos la última Coca-cola del desierto, el mango de la sartén, la sartén misma, somos únicos, intocables, nos meamos encima de lo que creemos, somos los que decimos que somos y somos lo contrario, nos perfumamos con nuestro ego y aun así tenemos el ego cocido con el ego de los otros, y con la mezcla de egos nos hacemos un ego aún mayor con el que nos vestimos por las mañanas como si nos vistiera el rey de los egos, y detrás del ego de nuestra vestimenta, ocultamos el verdadero ropaje, los calzones rotos por el culo".

Hagamos periodismo: sólo ha habido dos congresos de trascendencia en la reciente historia de España, y los dos socialistas: aquel francés, en el que Isidoro devino Felipe, y el de julio de 2000, en el que un diputado leonés devino en Zapatero, después en marca publicitaria, ZP, y finalmente en Presidente del Gobierno de España. El resto, a beneficio de inventario, cartas de López y lloros de Fraga sevillanos incluidos, o la inminente canonización madrileña de doña Esperanza de las guadalajaras de la alta velocidad en los próximos días.

Porque no está de más contar lo que disgusta, lo que no figura en la pauta antañona de la convocatoria. Hagamos periodismo, please.