Vino Chávez, hubo saludos, declaraciones grandilocuentes por su parte, también declaraciones comedidas de Zarzuela y Moncloa; diplomacia, corrección y esperemos que con esto se acabe con la explotación del numerito del ´por qué no te callas´. El problema del mandatario venezolano, del que conviene recordar que llegó al poder elegido por las urnas, es que suma a su verborrea incontinente, una falta de rigor político tan peligrosa que lo mismo propone matrimonio a Angela Merkel que le declara la guerra a Alemania en quince días, y por una cuestión de honor. Con veleidades como esas es difícil mantener una relación diplomática coherente. Además Chávez se reserva siempre para sí mismo el derecho de insultar a ´tuti cuanti´ pero no admite ninguna respuesta porque, en ese caso, la ofensa es a toda Venezuela y las represalias las pagan las empresas que han invertido en su país y que sufren todo tipo de incertidumbres e inseguridades jurídicas.

Tal vez esa sea la razón por la cual el radiofónico presidente venezolano haya venido a España ofreciendo suntuosos yacimientos de petróleo en el río Orinoco, donde está la mayor reserva de crudo del mundo y donde Repsol ya trabaja junto a la venezolana Pedevesa. A cambio pide mayor inversión de las empresas españolas en su país. La inseguridad jurídica creada por sus constantes cambios de ´pareja´ sólo se mantiene fiel a Fidel Castro) han hecho que las empresas europeas prefieran invertir en naciones como Chile, México o Brasil.

Por eso cuando el PP dice que está muy bien esta recuperación de relaciones pero que hay que ser más exigente, tal vez olvida que la exigencia de hoy sea hambre para mañana. Con Chávez, lo que ayer fue un corazón desbordado de afecto y unas manos repletas de barriles de petróleo, se pueden convertir en un ´quítame de ahí unas pajas´ en que los españoles son unos exterminadores de indios. En cualquier caso, bien está lo que bien acaba y hay que recordar que en aquella nefasta cumbre donde se produjo la frase de marras que tanto juego ha dado al venezolano, el Rey se equivocó, perdió la paciencia, y nunca debió dirigirse en esos términos a un presidente democrático de un país amigo. Todo hay que decirlo.