Habló por fin el alcalde sobre el botellón-en-Feria, el gran tema de debate de este año. Respondía, claro, al PSOE, que ha sido insistente en sus críticas. Críticas oportunistas, empecemos por ahí. La oposición no ha hecho más que aprovecharse de la torpeza del Gobierno del PP, que acababa de cerrar el botellón del Paseo de los Curas y que, en cambio, iba a permitirlo en las calles del Centro durante estos nueve días de fiesta (apelando, por si fuera poco, a cierta legislación autonómica y estatal para justificarse). El botellón-en-feria (en adelante, BEF) existe desde hace años con la misma intensidad, pero este año... este año las críticas han venido rodadas.

Bueno, ¿y qué ha dicho el alcalde? Pues, la verdad, no mucho. En su acostumbrada expresión impersonal, neutra y correcta, ha dicho que "hay que reflexionar" sobre si, "en el futuro", "se debe" permitir el BEF. Lo que nadie sabe muy bien es qué es exactamente el BEF. ¿Qué es lo que se supone que "se debe" permitir o no? El consumo de alcohol en la vía pública, imaginamos, ¿pero eso incluye los aledaños de los bares, casetas, puestos temporales y -pongamos por caso- estancos reconvertidos de la noche a la mañana en surtidores de vino? ¿Dónde estaría el límite? El propio alcalde se lo pregunta, y esa sinceridad le honra. ¿Ponemos límites de provisiones a los bares, por ejemplo? ¿Ponemos el límite en la edad de los consumidores de alcohol, quizá? Y en ese caso, ¿en qué edad, en los 30? Porque hay 'befers' maduritos...

La pregunta es si, como el alcalde insinúa -en una demagógica mención, fuera de lugar, a las políticas educativas del Gobierno central-, el BEF es sólo un problema de los "jóvenes" de hoy en día. Preguntado de otro modo: ¿quién no se emborracha -y desfasa- en una celebración como esta, donde todo, a excepción de un par de actos folclóricos, gira alrededor del alcohol? Pero además de eso: ¿acaso el negocio de la Feria del Centro, su razón de ser, no está en el BEF? ¿No hacen su agosto los bares, casetas -y, repito, estancos, por ejemplo- a costa de los miles de 'befers' (de todas las edades) que toman las calles y las plazas? ¿No está todo montado en realidad para que el Centro acabe convertido, a ciertas horas de la tarde, en "un lodazal después de una catástrofe", como apunta un lector en el foro de La Opinión? ¿No es la Feria del Centro un conjunto de invitaciones a la lisergia: esa música chillona, esa comida en plato de plástico, esa exaltación de los tópicos locales? ¿No invita todo a la locura colectiva? ¿Es casualidad que la canción más cantada de la Feria sea 'Alcohol, alcohol, alcohol'? Se quejan de que la calle acabe hecha un barrizal. ¿Y cómo quieren que acabe?

Habrá que ser originales y echarle un poco de imaginación, no se puede echar la culpa (sólo) a los jóvenes, ni salir por la tangente con los descamisados ni, mucho menos, derivar la responsabilidad a Zapatero, que es lo que casi casi decía De la Torre ayer. Muchas de las soluciones posibles (por ejemplo, acortar los días de feria, acotar la zona BEF, redoblar las medidas de seguridad y limpieza, aumentar el control de los comportamientos incívicos o de la contaminación acústica, llevar a las plazas el teatro, la música y el cine, organizar concursos, o incluso acabar con la Feria del Centro, como muchos desean, o montarla en febrero) son impopulares y exigen sacrificios (sobre todo, electorales), pero es evidente que a partir de ahora hay mucho que cambiar en la Feria del Centro: mucho que proponer y también mucho que escuchar.