El retrato de familia de los poderes mundiales en este final de 2009 ha quedado estupendamente fotografiado en Copenhague. Si se tratara de una de aquellas viejas comedias opus-franquistas con Paco Martínez Soria en el Papel de Obama –qué menos– el estereotipado actor estaría todo el tiempo haciéndonos guiños a nosotros, el público, para que compartamos la situación presuntamente humorística. La gracia debería estar en que se reúnen los más importantes del mundo entero y al final no deciden nada y encargan a unos técnicos que en el próximo mes de febrero lleven los papelitos con las emisiones que van a reducir.

La prensa europea ha estallado y su opinión puede resumirse en el título de un editorial publicado en estos días: ´el parto de los montes´. De repente, incluso en la Europa más liberal ya Obama no tiene la radiante imagen de hace unas pocas semanas. Pero ni las críticas a la reunión ni la caída en el nivel de simpatía del presidente norteamericano tienen estrictamente que ver con la desgraciada suerte de este planeta que –todo hay que decirlo– sigue en manos de irresponsables. Lo que indigna a los gobiernos y a los medios europeos es que, por mucho que se pueda querer echar tierra al asunto, lo de Copenhague fue un ´compadreo´ entre Estados Unidos y China. ¿Pero es que ´Chimérica´ ya está funcionando como una alianza estratégica? ¿Qué parte del serial nos perdimos y por qué no hacen como en cualquier culebrón que se precie y repiten hasta la saciedad las escenas ´principales´? Algún episodio me he perdido –o nos habremos perdido todos– cuando ahora Pekín y Washington se sientan mano a mano y ya no hace falta ni el correveidile coreano de la ONU (ay, se echa de menos incluso a Kofi Annan).

Lo que realmente importa no es la comedia de trazos burdos. Las caras largas de los que se quedaron fuera hacían gracia a muchos cuando eran Evo Morales o Chávez, pero no resultaban tan divertidas –o divertían a otros– cuando eran de líderes europeos que también fueron excluidos. Lo que importa realmente es que no hay ningún compromiso para reducir las emisiones y la situación ahora es mucho más dramática que cuando se firmó el incumplido protocolo de Kyoto.

De paso, hemos visto que la democracia brilla por su ausencia. Ya no se trata del poder de veto de cinco naciones, que anula cualquier decisión democrática en las Naciones Unidas. Ahora ´alguien´ nombró a dedo a 25 países para que se reunieran a puertas cerradas en busca de un acuerdo, que no se consiguió. Pero esa reunión también era un paripé porque en realidad el diálogo y las decisiones –ni claras, ni concretas, ni vinculantes– las tomaron los gobiernos norteamericano y chino.

Entre tanto, los republicanos más enemigos de Obama están diciendo ya que la ley propuesta por el presidente para reducir emisiones "está muerta" y se apoyan en el ´climategate´ –el pirateo de informes científicos presuntamente manipulados para dramatizar el tema del calentamiento global– para denunciar que los que nos advierten sobre el cambio climático hacen "fascismo científico".

Así está, pues, el retrato del mundo en este final 2009: el planeta sigue a la deriva, abandonado por los dueños del ´gran poder´. Aunque se haya ido Bush, los grandes negocios siguen poniendo trabas a la urgencia por cambiar nuestro sistema de vida. Y nadie se molesta tampoco porque se suprima de un plumazo cualquier votación democrática. Si el mundo fuera un club de fútbol o una comunidad de vecinos –y si hubiera esa famosa entelequia llamada ´justicia internacional´– todos estos ´directivos´ se tendrían que ir. Si, ya sé: peor era Bush. Pero ´planeta hay una solo´, aunque hayan entrado de repente, ahora, unas extrañas prisas por detectar docenas de nuevos planetas, a ver si hay trazos de vida inteligente, algo que aquí está en vías de extinción.