San Antón… compás de espera

Tarde apacible de sábado en las proximidades de la bocana del Puerto de Málaga. Salida de un enorme crucero de esos que vienen atracando habitualmente en nuestra ciudad para deleite de viajeros náuticos. No sé por qué causas mágicas, suele ocurrir que al abrigo de sus rompeolas y al resguardo del viento, se instala en estos lugares un remanso de paz extraordinario. Los pescadores de caña ponían la nota final a tanta tranquilidad. Todo iba maravillosamente bien… hasta que vi allá, a la mano derecha, la majestuosidad del monte San Antón que, desde esta perspectiva, parecía deslizarse hacia el mar como un tobogán juguetón. Fin de la paz anímica: una hilera de edificaciones blancas avanzaban hacia su cima.

¿Cuánto tiempo, señor de la Torre y compañía lleva la Asociación de Vecinos de El Palo peleando porque el monte San Antón sea respetado como un bien a preservar y no violado presuntamente por el primer adinerado que pase por allí y se instale en sus entrañas?, ¿cuántas veces les ha recordado sus deberes para con la ciudadanía el arquitecto técnico por la Universidad de Sevilla José Enrique Martínez de la Ossa Fernández y los ecologistas vinculados a esta asociación sin ningún resultado?, ¿hasta cuándo va a permitir la lamentable situación de ninguneo de quienes presuntamente hacen de lo público sus propiedades privadas con aparente impunidad? Se lo recuerdo, señor alcalde: antes de que entrara usted por la puerta de esa casa del parque era un asunto que ocupaba y preocupaba a quienes confiaban en que la política podría servir para poner orden y límites a determinadas ambiciones personales en relación con zonas emblemáticas ciudadanas. Y San Antón era y es una de ellas a la espera de justicia administrativa. No se olvide, señor, alcalde; observamos el seguimiento de este delicado asunto con gran interés y esperamos de usted y de los demás que le acompañan que esté a la altura del desafío de los fulanos.

Antonio Caparrós Vida

Málaga

Malos vientos

Malos vientos recorren estos barrios, antes tan apacibles, y vaya si son malos. Si sales a la calle, te azotan en la cara igual que bofetadas. Arrastran lo que pillan a su paso, lo mismo son cenizas del pasado que un edificio entero, uno de esos que anclamos todos juntos en el tiempo. Hasta se van llevando, a trozos, el futuro. Ayer me arrebataron el bastón, y, desde entonces, no sé dónde apoyarme. Ya desde mi ventana, veo personas tratando de agarrarse a cualquier cosa mientras sus piernas vuelan sin poder asentarse en ningún sitio. Luego miro hacia arriba, detrás de los más negros nubarrones, y están allí, los dioses, soplando brutalmente, ebrios de su poder, seguros, bien cebados. ¡Nos están castigando, los cabrones, y eso que sólo hicimos lo que ellos nos mandaron!

Carlos Saura Garre

Málaga