La electrónica es mala para el colesterol malo, dañino para la circulación. Según caracterización común a cómics, películas y demás plebeyas artes (mis favoritas) todos los chiflados tecnológicos quieren dominar el mundo desde su ordenador. Sin levantarse de la silla de ruedecitas entran en la biblioteca del Congreso y saltan los altos y potentes muros del Pentágono hasta el núcleo de la guerra contra el terror. Para el reposo del guerrero tienen pornografía y para alimentarse, pizza de teléfono de la de el secreto está en la caja que la mantiene caliente. Sin llegar a eso no hay informático que se precie que no evite todo pequeño desplazamiento en favor de la observación electrónica.

La primera promoción de estos tipos tiene edad de correr riesgos circulatorios graves por sus niveles de colesterol, que se rebajan con buena dieta y paseo. ¿Pasearán por Street view, aplicación de Google que muestra las calles de las ciudades?

Street view, que nos resulta tan atractiva a los urbanitas sedentarios, crece bajo sospecha para los que somos celosos de la intimidad y sabemos que Gran Hermano tiene cuantos ojos necesita aunque su cerebro no pueda procesar toda la información pese a que ya trabaje las utilidades más comerciales. Desde el principio han mosqueado las imágenes que ofrece, aunque sean de calles que están en la calle y de viandantes. Como desdibuja (pixeliza) cualquier cara no creo que pueda reconocer al gordo que encontré ayer en una calle de Palma cuando paseaba por Street view desde un ordenador de Oviedo.

Ahora el sospechoso es el coche que captura las imágenes de Street view porque, a su paso, capta toda actividad informática del entorno logrando una foto fija horaria de mensajes, conexiones, páginas web, transacciones, todo. Cautelarmente, Austria ha prohibido su circulación, creando un problema hipercolesterolémico a la electrónica.