El profesor O´Kean, en su libro España Competitiva, nos viene a decir que la causa principal de la difícil situación es la caída en picado de la competitividad de nuestra economía, en relación con los países con los que competimos. Sin embargo, nuestra negativa posición relativa está sustentada en los factores de baja productividad, mayores costes de producción y elevada inflación diferencial. Todo ello agravado por un déficit exterior que está requiriendo de financiación externa cada vez más cara, debido a la pérdida de credibilidad, empeoramiento del rating y aumento de la prima de riesgo país. Amén del déficit público; lo que viene a llamarse «los déficits gemelos» (público y exterior).

Parece evidente que la crisis va para largo, y seguirá un tiempo con todos nosotros. No nos queda otra que gestionar en tiempo de crisis, y gestionar bien bajo la égida de un Plan de Estabilización que intente equilibrar ambos déficits.

Teniendo en cuenta el panorama anterior ¿qué hacer de inmediato? Evidentemente poner en los puestos claves de las instituciones públicas a profesionales avezados, con cintura y capacidades para estas lides. Que hayan sufrido y gestionado otras crisis, o en su caso sepan cómo encarar situaciones límites, sin que se le perturbe el ánimo o le embarguen los múltiples problemas a los que se deben enfrentar cada día. Profesionales que sepan actuar sometidos a entornos de presión y estrés; que no desfallezcan a las primeras de cambio. Pongo en la diana de gestores a ministros, alcaldes, consejeros, presidentes de diputaciones, directores generales, secretarios, interventores…, que laboran dentro de algún ente público que dirigen nuestros designios. Son tiempos para gestores-políticos que pongan énfasis en la gestión, dejando aparcadas sus convicciones políticas en favor de actuaciones necesarias.

Sólo hay dos tipos de gastos: los productivos y los improductivos. Está claro qué tipos de gastos hay que erradicar.

Dicho esto, los gestores públicos tienen que actuar como empresarios que se la jueguen. Desarrollando un sentimiento exacerbado de compromiso con el gasto, donde le preocupen y ocupen saber a dónde destinar cada euro, y las posibles medidas a proponer que garanticen los retornos a cada euro invertido/gastado.

Una buena gestión de la cuenta de resultados de los entes públicos pasa no sólo por reducir el gasto de forma lineal, con la tentación de indultar algunos de ellos «políticamente correctos». Ciertamente, hay que alcanzar el «breakeven» en los presupuestos. El mejor modo sería analizar con rigor la naturaleza de todos los gastos, para así poder elegir cuáles son los que hay que reducir o erradicar, sin contemplaciones y valentía.

No hay que caer en la pertinaz contumacia de muchos políticos a la hora de eliminar gastos que están incentivando la economía. España como país debe seguir obcecada en reducir el gap tecnológico con sus principales rivales, y como consecuencia directa producir más bienes y servicios de alto valor. No abandonemos a su suerte a nuestros empresarios que producen outputs en esa dirección. Ahora son ellos los que tienen la llave para salir de esta crisis, y no los políticos. Estos últimos nunca deben olvidar que están al servicio de los primeros, y en general al servicio de la ciudadanía.