Un exceso de información es como un exceso de grasa, y probablemente debe de generar celulitis en los circuitos cerebrales, aunque no me lo haya dicho Punset. Intento no aumentar dos tallas por temporada, y controlar además el superávit de calorías informativas. La gula es un pecado capital, aunque no sé si la Iglesia aplica la misma penitencia tratándose de un festival de patés o de un atracón de rumores y calumnias servidos por una docena de confidenciales. En la alimentación como en la información abunda la bazofia. Pero al final la charcutería esta riquísima, aunque sea la mensajera del colesterol, incluido el chopped que toman en Aída, y la basura mediática sacia lo peor de nosotros mismos, que suele ser mucho, por no decir casi todo.

Así que, de tanto en tanto, no queda mas remedio que ponerse a régimen, y pasar de la actualidad, al tiempo que prescindimos también del lomo embuchado o del pan con orejones y frutos secos de la calle Velázquez esquina con Juan Bravo, Madrid. Intentaba yo adelgazar mi cuerpo y mi disco duro, estos días, iniciar el nuevo mes convenientemente desinformado para recibir «in puris naturalibus» la deslumbrante luz de agosto, cuando advierto que mi mail no cesa de emitir pitidos. Por lo visto algo relacionado con el mundo de los toros, y de los toreros, debe de haber acontecido en una remota región de España. Un evento abracadabrante, parece, que nos ha puesto otra vez de moda en todo el planeta, después del asunto del fútbol.

No resisto la tentación de abrir algunos mails, a pesar de mi dieta. Un ciber amigo argentino me felicita porque, según ha leído en un foro, en esa remota región española han acordado no celebrar corridas con toros gays, o que tengan un mínimo de pluma. Se nota la sensibilidad de vuestros gobernantes con las minorías, añade, a ver si cunde el ejemplo. Una amiga de Andorra, muy melómana, inquiere alarmada si en la ópera Carmen que se representará este otoño en un coliseo de esa remota región de España, se prohibirá el Acto IV, el de la corrida en la plaza de toros. Como el montaje es de Calixto Bieito, que ya sacó a Leporello, el criado de Don Giovanni, meando con vigoroso chorro y con bufanda del Barça, en ese mismo escenario, le respondo que en lugar del torero Escamillo igual ponen a un diputado-tenor de Esquerra cantándole al morlaco el Estatut. Versión original no expurgada, obvio.

Parece que la información viaja a gran velocidad, a través de tantas autopistas, que acaba perdiendo sustancia o adquiriendo nuevos sabores, a lo largo del camino. Las noticias se curvan y barroquizan, como el espacio-tiempo al paso de las grandes masas gravitatorias. En medio de la confusión generada por la superabundancia de comentarios en todo el orbe, Angula Mac Donald, experta en demografía de la Universidad de Woophaa, me pregunta muy intrigada si en esa remota región de España han inventado algún nuevo método para la procreación, después de prohibir las corridas. Yo no salgo de mi perplejidad ante el cariz que van tomando los correos, entre Ionesco y Jardiel Poncela. Por culpa de mi severa dieta informativa de estos días, igual me perdí algo importante, trascendente, impactante, definitivo, para el futuro de la humanidad, acontecido en una remota región de España.