El PSOE andaluz sale con graves heridas y debilitado del 38º congreso federal donde Alfredo Pérez Rubalcaba fue elegido por una mínima diferencia de 22 votos sobre Carmen Chacón como nuevo secretario general en sustitución de Rodríguez Zapatero. El líder del socialismo andaluz, José Antonio Griñán, apostó a través de sus cinco secretarios provinciales afines a la candidatura de la exministra y como una paradoja más de su trayectoria política fue el encargado de anunciar a los delegados el nombre del ganador. Durante el cónclave se ha evidenciado la fuerte convulsión interna, las maniobras de la dirección del PSOE andaluz para evitar la intervención de Manuel Chaves en el congreso y la contestación pública del liderazgo de Griñán a mes y medio para la decisiva cita con las urnas. Prueba de ello fueron las declaraciones de Luis Pizarro, quien calificó la neutralidad activa de Griñán como un error: «Un líder nunca puede ponerse de perfil».

A la dirección del PSOE-A le ha salido casi todo mal desde que Griñán forzó un congreso extraordinario para acabar con la bicefalía con Manuel Chaves y con todo su legado orgánico. Pero a decir verdad, al Gobierno andaluz no le ha ido mucho mejor en una agitada legislatura donde hasta en seis ocasiones se convocó a los fotógrafos para captar las imágenes de un nuevo ejecutivo dando una imagen palpable de la inestabilidad política. Pese a las luces en la gestión de Griñán como los avances en sanidad, igualdad, educación, dependencia, turismo o en innovación, siempre ha ido a remolque de los titulares de prensa debido a la contundente oposición que inició Javier Arenas cuando en 2009 intuyó que su vieja aspiración de alcanzar el poder estaba cerca.

La pésima gestión de la reforma del sector público sin dar margen a la negociación fue el primer síntoma de una agotadora legislatura donde también se esfumó el viejo sueño de una gran caja andaluza. Nadie es ajeno a que la crisis económica fue decisiva para la pérdida de autonomía en la gestión. Las exigencias de Bruselas y del Gobierno de Zapatero dinamitaron parte del discurso socialdemócrata de Griñán, aunque éste se refugiara en una defensa numantina de los derechos sociales, la inversión en educación, la fiscalidad progresiva, la formación y una tenaz pero infructuosa lucha con la crisis y el desempleo. Además, en estos últimos tres años cayó como una bomba de racimo el escándalo de los ERE, un fraude millonario a las arcas públicas que atosiga a diario al Ejecutivo y que parece tener un segundo capítulo con las ayudas concedidas por la empresa pública Invercaria. En el PSOE tiemblan con la posibilidad de que emerjan nuevos casos de corrupción del pasado que abochornen a todos en el presente y mermen aún más el bajo crédito que les queda para un futuro inmediato.

A la suma de los errores de gestión, del presente y heredados, las trifulcas orgánicas han debilitado también el liderazgo del presidente andaluz. El terremoto que supuso la sustitución de Griñán por Chaves y la purga de todo el chavismo originó múltiples réplicas en varias provincias como Almería, Jaén, Cádiz y Sevilla, teniendo como epicentro mayúsculo la salida de la mano derecha de Chaves, Luis Pizarro, del Ejecutivo. El último temblor se produjo este mismo viernes, cuando la dirección de los socialistas andaluces maniobró para impedir que Chaves, como presidente del partido, interviniera en la apertura del cónclave. Chaves apoyó a Rubalcaba y la neutralidad activa de Griñán a Chacón. Volvía a evidenciarse la bicefalia andaluza.

Con este legado de división interna, con más de un millón de parados y bajo la espada de damócles de los escándalos de los ERES, Griñán acudirá a las urnas para medirse con un crecido Arenas al que todas las encuestas empujan hacia el sillón presidencial. Arenas, experto como nadie para las maniobras más inverosímiles, se agarra en su cuarto intento al deseo de cambio que pronostican las encuestas y no ceja en endurecer los mensajes, aunque sean inciertos, como el que Andalucía estaba en suspensión de pagos.

Quizás ahora el PSOE asuma el error de convocar un congreso meses antes de las decisivas elecciones andaluzas. El PSOE puede perder el único gran feudo que controla y quedarse en la más absoluta irrelevancia política. Y quizás dentro de unos años entiendan que también es un error nombrar un líder de transición. Aunque se apellide Rubalcaba y haya ganado en un hotel llamado Renacimiento.