Podemos imaginarlo como una escena de película. El tendero agobiado y un poco asustado está de pie, con una factura en la mano, ante un personaje barrigón y con guardaespaldas que se echa atrás en la butaca y le dice:

«Mira, chaval, tienes dos posibilidades: cobrar la mitad o ponerte el último en una cola tan larga, tan larga, que llegarás antes al cementerio que a la ventanilla de pagos».

Pues este será el trato que se ofrecerá a los agobiados, algo asustados y en cualquier caso indignados proveedores de los municipios, que acumulan semanas, meses y años de morosidad en sus cobros. El Consejo de Ministros ha decidido ayudar a los ayuntamientos para que paguen las facturas dormidas, y la referencia oficial dice: «el mecanismo de financiación fijará como criterios para la prioridad de cobro el descuento ofrecido sobre el importe principal de la obligación pendiente de pago o la antigüedad de la factura». Es decir, que facturas menos antiguas pueden pasar delante si el proveedor se aviene a perder una parte del dinero al que tiene derecho.

Lo cierto es que de ambas maneras se pierde. Cuando una factura tarda más de un año a cobrarse, no solo merma por la inflación, sino que el proveedor ha debido endeudarse y pagar unos intereses para ir tirando mientras espera. Es él quien está financiando la deuda municipal. Con esta perspectiva, es probable que al titular de una factura reciente le interese más hacer un buen descuento que ser el último de la fila. Decenas de miles de empresas y de autónomos que creían poseer unos activos de alta seguridad en las facturas de los ayuntamientos, por aquello de que siempre se pagan, descubrirán ahora que tienen unos activos devaluados. Igual que los bancos y los inversores que en su momento compraron deuda pública de Grecia, y a quienes ahora les dicen que si ven la mitad, estarán de suerte. ¿Una comparación exagerada? Depende. Si un ayuntamiento reúne los proveedores más asfixiados y organiza una, digamos, subasta de descuentos, puede lograr resultados espectaculares.

He aquí otra seguridad que se pierde. Cada vez nos quedan menos certezas.

Que se preparen los funcionarios, que un día u otro se meterán con su certeza particular: la de la plaza en propiedad.