Se dice que un pintor habitualmente, teme a un lienzo en blanco como si se tratase de un dragón de siete cabezas. Doy fe. Lo he experimentado en numerosas ocasiones. No podía imaginar cuán parecida es la sensación de enfrentarse de forma cotidiana a dos folios por escribir, también rabiosamente blancos. Todas las semanas. Y van un centenar con el de hoy, sin faltar a la cita. Unas 650 palabras ordenadas de manera razonable en función de un tema de actualidad.

Hace aproximadamente dos años asumí el reto de contar algunas cosas, algunas reflexiones sobre lo que nos ocupa y a veces, preocupa. Mis buenos amigos de La Opinión de Málaga tuvieron la ocurrencia de proponerme participar en la sección «Siete Días. Opinión y Participación», al igual que por entonces, mayo del 2010, a otros destacados representantes de la vida civil y política de nuestra provincia: Paco Barrionuevo, anterior presidente del Consejo Social de la Universidad y reconocido empresario; José Andrés Torres Mora, reelegido recientemente diputado por el PSOE; Paco Gutiérrez «Guti», veterano sindicalista y Defensor del Ciudadano; Iñaki Pérez de la Fuente, arquitecto; Damián Caneda, hoy Concejal de Turismo, Cultura y Deporte; Joaquín Ramírez, experimentado senador por el PP, y un entusiasta servidor. Algunos de ellos, como consecuencia de sus obligaciones profesionales cotidianas, se han visto obligados a suspender sus colaboraciones en esta sección. Al menos, de momento.

Bajo el pretexto de reforzar su compromiso con la sociedad malagueña a través de sus páginas de Opinión, este periódico incorporó nuevas voces locales que pudieran interpretar la realidad de lo acontecido cada siete días en nuestro entorno. Me imagino que buscando cierta frescura en la manera de contar las cosas, más que en revolucionar el mundo del periodismo. Lo mejor de convertirse en articulista sin serlo es compartir espacio con otras destacadas figuras de semejantes o diferentes ideas y pensamientos. Jamás entramos en colisión. Ni tan siquiera por alguna razón, por alguna causa, en cruzada refriega.

Un centenar de intentos, en un centenar de semanas. Hasta hoy. Nada menos. Para abordar en mi caso, temáticas relacionadas directa o indirectamente con el mundo empresarial, la realidad socioeconómica y la economía en su más amplio sentido. Dos años fundamentales para entender el tiempo que se nos ha dado. El que nos ha tocado vivir, bajo el yugo de la recesión más dura de nuestra historia contemporánea.

La dilatada e intensa crisis ha condicionado los acontecimientos marcando siempre el compás de nuestras colaboraciones: Propuestas empresariales ante la adversa situación, el angustioso desempleo que padecemos, la temible desaparición de empresas, la educación, la formación y espíritu emprendedor, las necesarias infraestructuras, la morosidad pública, la falta de liquidez de pymes y autónomos, la innovación, análisis sectoriales como el turismo, la industria, el comercio y las nuevas tecnologías. Atención ha merecido también, la ausencia de acuerdos institucionales en Málaga, la financiación local y las dificultades económicas de los ayuntamientos, la voracidad de nuestro sistema fiscal, el elevado número de normas y disposiciones legislativas, la lentitud de la Justicia española, la mejora de la gestión comercial, los recursos humanos, la internacionalización, etc, han sido sólo algunos de los variados asuntos en los que me atreví a aportar mi visión.

Sin olvidar curiosamente, las dos reformas laborales y las dos huelgas generales vividas en tan corto espacio de tiempo, contra las medidas aprobadas en materia laboral por los gobiernos del PSOE y del PP. Así como el sentido reconocimiento de ejemplares personalidades de nuestro ámbito empresarial como han sido el gran profesor, Vicente García Martín, al que he tenido el honor de suceder al frente de CEM y Javier Ciézar, nuestro Oráculo, en su caso, tristemente desaparecido. Pero si por algo me he sentido atraído, ha sido por abordar temas vinculados a la cultura y la empresa, a veces aprovechando el mágico mundo del cine como pretexto, con el patrocinio y la responsabilidad social empresarial como proscenio de la ética en los negocios.

Muchos acontecimientos y muchas vivencias que han significado cada semana, cada viernes, un motivo para intentarlo. Unas 100 razones para la reflexión con mejor o peor fortuna, pero con el compromiso de trasladar los valores empresariales que conozco. Una gota en el océano del desconocimiento del mundo real y verdadero de las pequeñas y medianas empresas. A veces tan incomprendidas por nuestras administraciones, como por nuestra sociedad. Como dijo un buen amigo, todo estas gratas experiencias, a pesar de «vivir semanalmente, atado a una columna».

Muchas gracias, querido y paciente lector.