Vaya semana estamos pasando! Ni queriendo nos sale peor. Que si la presidenta de Argentina –sí, esa dama que tiene un tono de voz tan desagradable– ha expropiado a nuestro Repsol, la petrolera YPF. Mañana vendrán las disculpas y el mea culpa, pero, de momento, ha disfrutado de las cabeceras de los periódicos del mundo entero.

Por otra parte, ha habido movida en todo el territorio español porque S.M. ha resultado herido –se ha fracturado la cadera por muchos sitios– al tropezar, mientras cazaba elefantes, en Botsuana, que está en África. El españolito de a pie no está sólo cabreado por la cacería –que ya es una grosería– si no por el hecho de que estamos en la peor crisis económica desde hace más de cincuenta años y porque Don Juan Carlos ya es un septuagenario –yo también– y anda con bastante dificultad, quizás porque –entre otras cosas– está sobrado de peso. Si le gusta disparar, que dispare con un tirachinos, a botellas vacías en su hermoso jardín del Palacio de la Zarzuela junto a su nieto.

Es más barato y menos peligroso para la salud y la de los animalitos, pobres criaturitas inocentes. Y como las penas nunca vienen solas: Que si los medicamentos para los jubilados –aquellos que juraron que continuarían siendo gratis, no lo serán tanto–. Que si más de mil malagueños perderán la ayuda a la dependencia. Pronto se han olvidado de las promesas electorales. Pero como decía mi tía María, que el Señor los castigará. Amigos, sonreíd, que no hay mal que cien años dure. Un consejo de abuela: Apuntar en una libretita las promesas cumplidas y las incumplidas, dentro de nada, volveremos a votar: el que haya cumplido sus promesas tendrá postre, el que no, fregará los platos.