Arenas mide los tiempos como ningún otro político. Hasta el de su retirada. Se lo puede permitir. Cuando todos los populares de Andalucía preparaban el jubileo de su líder para reconocerle su trayectoria en el próximo congreso, Arenas sorprendió ayer a todos anunciando que deja la presidencia del PP andaluz. Razones. Que lleva veinte años pateándose Andalucía; denunciando aquí y proponiendo allá; estrechando manos y besando niños; deshaciendo por la tarde lo que tejió por la mañana... y, sobre todo, que ha entendido que ya no representa ese cambio que él mismo pidió para Andalucía en las últimas elecciones andaluzas. Se va tras tres fracasos electorales y una victoria insuficiente para presidir la Junta de Andalucía, su obsesión, pero con la satisfacción de haber centrado el mensaje del PP, de implantar el partido en todos los rincones y de conquistar el poder en todas las capitales de provincia y en los grandes municipios. No es mal resultado.

Tras la amarga victoria del 25 de marzo era evidente que Arenas debía abrir una nueva etapa en el partido, pues aunque nadie osa a manifestarlo en publicó menos Esperanza Oña, buena parte de los cuadros directivos piensan que Arenas ya había llegado a su tope electoral.

La marcha era pues inevitable. Arenas lleva meses ausente, sin hacer uso de ese instinto natural para hacer política, para arrear donde más duele. En la investidura de Griñán como presidente ofreció un discurso flojo, sin marcar una estrategia para los próximos cuatro años y aliñando el texto con cortas y pegas de otros discursos dando la sensación de que su proyecto político estaba agotado más allá de la denuncia de los ERES. Tras varias semanas de reflexión y de consultas con su amigo Rajoy, decidió que lo mejor era que Arenas rescatara al propio Arenas del banquillo de la oposición ante la improbabilidad de un adelanto electoral en Andalucía. Su última esperanza.

Ahora se abre una nueva etapa para el PP andaluz, donde el todavía presidente del partido manejará los tiempos por mucho que en público diga que no tutelará el proceso. En las quinielas figuran nombres como Carlos Rojas y Carmen Crespo, que podrían formar un tándem del que saldría más tarde el candidato a la Junta de Andalucía. Otra corriente del PP apunta a la ministra Fátima Báñez.

Su renuncia provocó también ayer varias incógnitas sobre qué papel jugará Arenas en la política nacional y como cohabitarán en el partido Cospedal y el de Olvera, pues ambos son como el agua y el aceite que tanto escuchó en campaña. Rajoy también quiere rescatarlo. Necesita de su experiencia para engrasar el partido y Gobierno. No se entienden.