Tras haber transcurrido este último «puente» los alemanes, los americanos o los ingleses no han dejado de trabajar, ni sus estudiantes de asistir a clases. A España, tan turística, le viene bien porque el personal sale a riadas de las grandes ciudades españolas a disfrutar de los días de ocio. Sin embargo, el responsable de Turismo de Andalucía, Rafael Rodríguez (IU), espera que «la temporada baja afecte lo menos posible y no se pierda empleo». Si sabemos que el sector es casi el único que genera puestos de trabajo, aunque sean temporales, el temor es más que probable, y se irá comprobando. Ahí están las estadísticas para contrastarlas. Este «puente» la ocupación hotelera cubrió el 65 por ciento en la Costa del Sol. No es poco, pero tampoco dejó satisfacciones plenas.

Durante el trimestre de oro, julio, agosto y septiembre, pasaron por Andalucía casi ocho millones de turistas. El 60,7 por ciento se alojaron en hoteles, el resto se cobijó en pisos o chalets de alquiler. Esto representa en el cómputo nacional un 21 por ciento, que significa una pérdida del 1,5 en relación al año anterior. No es mucho, pero como toda cifra estadística da una pista de cómo van las cosas a pesar de los «puentes». En ese baile de cifras, Andalucía se presenta por encima de la nacional, mirando la comparativa anual -de enero a julio-, que la sitúa en un crecimiento del 5 por ciento con respecto a turistas internacionales. No está mal, si se mira globalmente, tomando en cuenta la que cae sobre España. Así mirado, podría decirse que los «puentes» ayudan a transportar viajeros españoles hacia el territorio andaluz, y ni uno de ellos se puede desdeñar tal como está la economía por estas tierras de sol y tinto de verano.

En Londres, donde por esta semana se celebra la World Trade Market (WTM), las autoridades de la cosa turística ofertan, un año más, cultura, ocio y deporte, léase golf. La costa malagueña pone especial énfasis en la capital británica, ya que es recepcionista de cientos de miles nativos de la Gran Bretaña. Nada excepcional, es cuestión de sostener un mercado tradicional, aunque muchos de estos turistas ocasionales prefieran reunirse en sus pub habituales, que salpican a esta costa como si fueran sus propias tabernas para apurar un par de pintas.

Una apuesta emergente es captar a los chinos, que empiezan a viajar tanto o más que sus vecinos japoneses. También esta semana, pero en Pekín se presentan las ofertas de la Costa del Sol, pensadas para los nuevos millonarios chinos, que se alejan del comunismo militante, mientras el partido gobernante se apresta a renovar sus cuadros, incluido el politburó. Si ya captaron a los rusos, otros antiguos marxistas, reconvertidos en flamantes coleccionistas de obras de artes y de mansiones veraniegas en estas costas malagueñas, ahora se está en pos de los asiáticos nuevos ricos. No es casual que esta feria de ofertas turísticas se halle instalada en la calle Jinbao, que significa «tesoro dorado». Es la vía de oro de Pekín, donde están los hoteles de gran lujo, las grandes tiendas de marcas y las casas de venta de Ferrari o Maserati. Por estos días, los chinos más adinerados podrán asomarse también a las mansiones de lujo de Marbella, entre otras ofertas al fácil alcance de sus chequeras.

China ocupa ya el tercer puesto en el mundo con más millonarios, un millón y medio de sus habitantes forman el ranking, tras EEUU y Japón. No son muchos comparados con el total de chinos, 1,6 mil millones, pero comienzan a significar un poderoso ejército de inversionistas de un turismo de alto nivel, así como en las posibilidades de inversiones en bienes inmuebles. Otro país al caer en estas lides turísticas es la India, donde también los nuevos millonarios crecen como setas.

Por tanto, si eliminar o acortar los «puentes» españoles conviene para incrementar los niveles de productividad y hacer más eficiente el sistema laboral español, la polémica con el aparato turístico del gobierno territorial andaluz está servida. Un «puente» ayuda a la ocupación hotelera todo el año, especialmente a una región, que más allá de la agricultura, depende del trasiego anual de turistas de toda condición y origen, una vez desinflada la burbuja inmobiliaria.

[Carlos Pérez Ariza es periodista, escritor y profesor en la Facultad de Ciencias de la Comunicación]