La tele da al público lo que pide. Qué hermoso negocio este en el que se puede vender cualquier producto audiovisual sin preocuparse de si es tóxico, está contraindicado, lleva años caducado o simplemente es malo de solemnidad. Sólo hace falta que dé dinero y que siga colando eso de que se trata de un negocio que da al público lo que pide. Decía el otro día en una entrevista Jorge Javier Vázquez que no le afectan las críticas. Normal: gana tres millones de euros al año y encima puede dormir tranquilo creyéndose que da al pueblo lo que es del pueblo. Además, siempre hay mecanismos para evitar que el público se ponga tonto y estropee el negocio.

Estos días, por ejemplo, el público está pidiendo a gritos programas de cotilleo en los que se den los números de teléfono personales de los famosos. Pues mira que en la tele hay personajes en nómina que se dedican al cotilleo, pero ninguno se ve en la obligación de dar al público lo que pide revelando su propio número. Es que, cuando no conviene no conviene, así que los gustos del público dejan entonces de ser sagrados.

Un truco diferente es el que está utilizando estos días TVE. Como sus informativos pierden seguidores de forma alarmante, ha dividido los telediarios en dos programas independientes: los minutos iniciales del sumario, como tienen menos audiencia y bajan la media, los considera un programa diferente. Así los números del resto del Telediario en vez de ser escandalosamente malos son solo malos, y los responsables del desmantelamiento de los mejores servicios informativos de la historia de España se sienten justificados para seguir ofreciendo el sesgo ideológico que el público pide, que casualmente coincide con el suyo.

¿Y qué pasa con la derrota de Telecinco y La noria por parte de una parte del público que, además de decir lo que quiere, pretende ejercer su derecho a hablar y actuar sobre lo que no quiere? Este es un cambio tan grande en las reglas de juego que merece capítulo aparte.