Hubo un tiempo en el que leer y escribir era todo un logro en una sociedad mayoritariamente analfabeta. Casi una proeza que distinguía a quienes eran capaces de realizar sendas acciones. En los pueblos, el maestro, el médico, el cura y poco más eran los afortunados. Luego el cuento cambió para bien y saber leer y escribir se convirtió en algo tan generalizado que incluso perdió valor. Y hoy el conocimiento se valora en términos cuantitativos, es decir al peso: número de idiomas y de másteres que engordan los currículum. Kilos de saber acumulado en una carrera sin frenos como aquellas del colegio en las que se competía por ver quién leía más rápido. No recuerdo si tras la competición el profesor preguntaba si habíamos entendido la lectura. Ahora da igual que se lea rápido o lento. Los alumnos españoles no comprenden lo que leen. Se volvía a constatar esta semana tras una evaluación internacional de esas que nos sacan los colores, aunque a los políticos les sirvan incomprensiblemente para sacar pecho. La consejera andaluza de Educación, Mar Moreno, lo hacía el martes al constatar que los estudiantes andaluces han superado por primera vez a la media española en comprensión lectora. Todos suspenden y están por debajo de sus compañeros de Portugal, Italia y de otros 28 países de la UE y la OCDE y por debajo de la media de ambos. Pero lo importante no es el suspenso ni estar en el último tramo del ránking, sino superar una media, aunque sea la nacional. Interesante e interesada lectura comprensiva de unos resultados académicos más que malos. Qué buena oportunidad para enfrentar las políticas educativas en Andalucía a las nacionales justo cuando se discute la nueva ley, enésima ley educativa, en manos del polémico ministro Wert. El necesario y reivindicado pacto de Estado en educación mejor ni mencionarlo. Para qué.

Interpretaciones políticas al margen, lo alarmante es que sea la comprensión lectora una de las asignaturas pendientes. El problema es gordo y de base. ¿Cómo va a haber un buen rendimiento en el resto de materias si falla la esencial? En la época de las vacas gordas existían los medios, veáse portátiles, pizarras digitales y dinero para planes de lectura y de refuerzo. Pero tal vez la cosa no está tan relacionada con la tecnología como con el sentido común. La artillería pesada debe aplicarse desde los primeros años, esos en los que los niños asimilan como esponjas y que son claves para el posterior desarrollo. De poco sirven los refuerzos en Secundaria si en Infantil y Primaria no se han hecho los deberes, como apuntaban esta semana en estas páginas varios profesionales de la educación. Pero no todo es el colegio. El hábito lector también se aprende en casa y ahí las cifras no convencen. Según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros del pasado año, elaborado por los editores, el 100% de los niños de 10 a 13 años encuestados lee, aunque no hay que emocionarse, sólo al menos una vez al trimestre. De esos, un 82% coge un libro por ocio, un porcentaje que se redujo con respecto al año previo dejando la cifra más baja de los últimos cinco años. Eso sí, el libro en formato digital no deja de ganar adeptos. En papel y tinta, en la tableta electrónica. No importa el cómo. Leer es imprescindible y no hacerlo perjudica gravemente la inteligencia.