Fue como una tregua en tiempos de oscuras y amargas batallas que probablemente todos perderemos. Y no solo una tregua. Fue también el momento en el que unos prodigiosos artistas nos recordaron que a pesar de todo puede haber una luz que nos hable de esperanzas y de la posibilidad de un mundo mejor.

No es fácil convertir el salón de un gran hotel en una sala perfecta para un hermoso concierto navideño. En el Meliá Don Pepe, en mi pueblo, lo consiguieron hace unos días los Amigos de la Música de Marbella. Ya puestos a buscar alguna pequeña crítica, quizás aludir a la temperatura de aquel magnífico recinto. Sobraban algunos grados. Sobre todo para facilitar el noble trabajo de aquel Trío Barroco -Elisa Mediero, Rosa Miranda y Ángel San Bartolomé- que recordaré con gratitud, como los protagonistas de esa velada en aquel hotel que parece haber sido creado para albergar grandes acontecimientos musicales. Una maravilla.

La Asociación de los Amigos de la Música de Marbella es una veterana institución que fue presidida inicialmente por Artur Rubinstein. Al maestro le gustaba que le llamáramos don Arturo. Una vez le ofrecieron en la casa de unos amigos de Marbella una copa de un champán de una añada excepcional. No, gracias, dijo amablemente. No hay mejor champán que el aire de Marbella, en una noche de verano, rodeado de buenos amigos.

La asociación la preside ahora Plácido Domingo. Y la dirige la admirable Yolanda Galeras, portadora del legado de la dinastía fundadora. Confieso que soy un «fan» de todos ellos. Tanto de los directivos como de los socios. Son el mejor símbolo de que en esta costa se ha creado una sociedad culta y amable, eminentemente civilizada, y sobre todo con el atractivo de la internacionalidad, que conoce a la perfección los códigos de «l´art de vivre» y de dejar vivir.

Correspondió la apertura a Con voce festiva de Alessandro Scarlatti. Una grata sorpresa que me cogió desprevenido. No estaba prevista en el programa de aquel concierto para arpa, soprano y trompeta. El aria Con voce festiva, del palermitano Scarlatti padre, fue una de mis dos grandes experiencias musicales italianas en Escandinavia. La primera ya la conté en estas páginas. Oír la Mamma Maria de los Ricchi e Poveri. En el Grand Hotel de Saltsjöbaden, en la fiesta veraniega que los suecos dedican al consumo de los cangrejos de río, la tradicional Svensk Kräftskiva. Fue la noche en la que la Marina Real de Suecia detectó la presencia de un submarino nuclear soviético en las aguas del archipiélago de Estocolmo, muy cerca de aquel lugar en el que la voz de Angela Brambati nos hipnotizó. La segunda fue la interpretación de Con voce festiva, del siempre elegante Pietro Alessandro Gaspare Scarlatti, en la también elegante iglesia dedicada a Santa Clara en Estocolmo.

Regresemos al reciente y hermoso concierto barroco que ha inspirado este modesto texto. Doy las gracias y felicito a la portentosa Elisa Mediero, instalada en su nobilísima arpa, a la fascinante joven soprano antequerana Rosa Miranda, cuya voz llegará muy, muy lejos y al maestro Ángel San Bartolomé, solista de la Filarmónica de Málaga, con los prodigios de su trompeta barroca. Fue una noche perfecta. Digna de un público extraordinario. Tantos idiomas, tantas culturas, tantos países allí representados. Recuerdo la presencia de la Princesa Françoise de Bragation, a los Príncipes Carlos y Helena Tchkotoua, a Annemarie Philipps, a Jaime Manrique, a Paco Gómez y a su esposa, a los condes de la Baume, a tantos otros que querría nombrar...