Los libreros andaluces acumulan un descenso de ventas del 35% en tres años. Al mismo tiempo que ese descenso de la lectura en mi tierra me preocupa cada vez más, se me pide que me adhiera al manifiesto contra la sanción de la UEFA al Málaga CF (algo que ya había hecho). Pero el viejo aserto del panem et circus romano en esta crisis económica que los más vulnerables están sufriendo (las colas ante los bancos de alimentos esta semana lo reflejan de manera descarnada), sumado al hecho de que los clubes de fútbol como el actual Málaga son desde hace años empresas configuradas como sociedades anónimas, me hace reflexionar al margen del aliento de la mayoría que ahora se ha vuelto toda malaguista (afición a la que, por otra parte, pertenezco por serena pasión personal y profesional, y por herencia de mi padre -al que estas navidades tanto echo de menos por cuánto estaría disfrutando de los éxitos ejemplares de «la elástica blanquiazul»-).

Resulta fácil sumarse al abrigo de la mayoría. Quienes no lo hemos hecho así en todo momento, aún lo estamos pagando. Pero ya no queda otra que ser coherente con lo vivido. Siguiendo esa línea de actuación también en este asunto, no hay que olvidar la responsabilidad económica que tiene la propiedad del actual Málaga (también lo dice el manifiesto). La elegancia obstinada y seria que está demostrando Pellegrini a pesar de los impagos y que sus jugadores, por su actuación en el campo, parecen interiorizar, es lo que más está llenando de alegría e ilusión a la afición malaguista (a la que se ha apuntado con el impulso de la Champions y, sobre todo, a la vieja afición fiel de aquel equipo ascensor que llegó a desaparecer y a resurgir como Málaga Club de Fútbol). Pero está pendiente el cumplimiento de lo prometido a la plantilla y de las obligaciones fiscales a las que está sujeto el club por parte de Al Thani.

Cuando con la empresa malagueña VideoSur TV hice la serie documental de cien años de historia blanquiazul, en 2004, el entonces gerente del club pretendía cobrar por el hecho de que el llorado Viberti grabara en La Rosaleda. Nos pareció que, aunque también éramos una empresa privada, prohibir al gran Viberti pisar el césped del estadio que él ayudó a hacer grande en los años 70, y sólo para hablar de sus recuerdos del CD Málaga, no para hacer ningún spot comercial, despreciaba a la afición histórica del equipo y grabamos a Viberti en la puerta de La Rosaleda -un estadio que pertenece a los malagueños a través del Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Andalucía, conviene no olvidarlo-. Ésa fue la actitud malaguista del Club en aquel momento.

Por eso trato de colocar el pensamiento y mis libros junto al balón y el corazón y digo: No a la sanción desproporcionada e injusta de la UEFA y al agravio comparativo con otros clubes. Sí al cumplimiento de las obligaciones fiscales y, atención, a la transparencia económica que un mundo legal y legítimo requieren. ¡Viva el Málaga!