Cuando España era una dictadura aliada de Washington, creíamos a pies juntillas que en la central de una multinacional de comunicaciones que prestaba servicios a Telefónica se controlaban todas las llamadas. Cabría pensar que nuestra creencia era fruto de la interpretación conspirativa de la historia, pero 40 años después se ve que todo debía de ser verdad. Las compañías son otras, las comunicaciones ya no digo, hemos caído de unas cuantas burras, pero la razón de Estado en USA sigue siendo la misma, y a ella se pliegan las empresas que manejan los hilos, los senadores republicanos y demócratas, los gobiernos de los países aliados y el sistema en general. El único que no se ha plegado es un sujeto de 29 años, que alegando razones de conciencia ha filtrado el asunto y obligado a Obama a reconocerlo. Su nombre, Edgard Snowden, es otro para grabar en un monumento que nunca se erigirá.