Si un día se logra el desmontaje de la sociedad patriarcal todo habrá cambiado tanto que no lo veremos, pues los ojos que lo miren ya serán otros. Llamar a eso revolución se queda corto. En el proceso se vendría también abajo la idea de mujer, y los perfiles a los que se asocia, que han sido dibujados en su mayor parte por el hombre. Por ejemplo, el mito del pudor femenino encubre en realidad el pudor del hombre, que éste inocula en la mujer con la doble finalidad de restringir la demanda sexual y reducir la competencia. Las jóvenes tunecinas que para protestar exhiben sus pechos, desatando el pudor colérico de los hombres, están poniendo el dedo justo en esa llaga. El supremacismo masculino no es otra cosa que una forma de gestionar la economía de los cuerpos. Para estar en contra basta con deplorar el mundo construido a partir de aquel. Lo que venga detrás, al menos no se sabe.