En una de esas indignantes piruetas verbales a los que nos tiene acostumbrado un Gobierno claramente incapaz de llamar a las cosas por su nombre, una ministra acuñó lo de «movilidad exterior» para referirse a la imperiosa necesidad de muchos de nuestros jóvenes de salir fuera en busca del trabajo que aquí nadie les ofrece.

La Opinión de Málaga trajo estos días la noticia de las vicisitudes sufridas por un grupo de 140 jóvenes españoles que viajaron a Alemania para integrarse en el sistema dual de formación y que se encontraron con que cualquier parecido entre lo que les habían ofrecido y lo que allí encontraron era pura coincidencia.

Según contaron, los intermediarios -una empresa de Érfurt (antigua Alemania oriental) y otra de Las Rozas (Madrid)- incumplieron sus promesas. Allí, nuestros jóvenes emigrantes se encontraron de pronto sin el trabajo prometido y obligados a alojarse en una vieja y destartalada escuela militar, a dormir varios de ellos en una sola habitación y a compartir «servicios malolientes». A uno le recordó de pronto lo que contaban los emigrantes de los años sesenta, en pleno franquismo, a ese mismo país sobre las condiciones de acogida cuando llegaban allí porque, como ocurre hoy, tampoco había trabajo suficiente en España, sobre todo en el campo.

He consultado por internet el periódico local, el Thüringen Allgemeine Zeitung, que dedicó espacio a lo ocurrido y he visto cómo el ministro de Economía de ese land, un político socialdemócrata, hablaba del «deber moral» de ayudar a los españoles. Se habla allí también de adelantarles el dinero para un alojamiento más decente e incluso se han solicitado donativos a las empresas para ayudarlos.

Es, se mire por donde se mire, una situación vergonzosa para todos: en el caso de los alemanes, por no haber sabido evitar desde el principio que alguien sin escrúpulos se aprovechase de la necesidad ajena y diese lugar a un escándalo que en nada los beneficia. Y en el de nuestros gobernantes, pero también nuestros empresarios, que sólo saben al parecer reducir plantillas y rebajar sueldos y no son capaces en cambio de impedir esa sangría constante de jóvenes cuyo talento y cuyas capacidades prestarían sin duda mejor servicio aquí. ¿O es que vamos a limitarnos a proveer a Alemania y a otros países más ricos e una mano de obra barata que al final sólo contribuirá a rebajar el nivel salarial de sus propios trabajadores?