Si algo han mostrado los sondeos aparecidos la última semana es que la sociedad española tiene un anhelo de cambio, aunque ahora es más fácil saber lo que no quiere, que el camino por donde quiere ir. En una palabra, que es más fácil elaborar diagnósticos que justifiquen las razones de esa voluntad de cambio que trazar predicciones sobre cómo será ese cambio.

El telón de fondo en el que se realizaron las encuestas ha sido ese rayo que no cesa, ese ir y venir de políticos y personalidades diversas que ocupando cargos e instituciones respetables hacían un uso poco respetable de su cargo, ya fuera a través de las tarjetas negras en Caja Madrid, los dudosos viajes de trabajo del presidente de la Junta de Extremadura o la imputación de la Infanta. Este país se despierta todos los días con alguien en la picota porque la corrupción o el disfrute de algún privilegio se ha convertido en moneda común de la vida pública mientras la mayoría de la ciudadanía vive igual o peor instalada en una crisis a lo que no se ve salida. La desazón se convirtió en indignación y ésta parece alumbrar un anhelo de cambio.

Este hecho está suponiendo, a su vez, un cambio en la orientación de voto que parece confirmar la tendencia hacia el fin del bipartidismo, característico de nuestro modelo democrático, y su sustitución por un tripartidismo. En apenas un año, Podemos se ha convertido en la fuerza política de más porvenir de España. La última encuesta de Metroscopia publicada el domingo pasado por El País sitúa a esta formación como el primer partido político en el ámbito nacional y a Pablo Iglesias como el líder mejor valorado por los ciudadanos, mientras que los últimos datos del barómetro de opinión del CIS le colocan como la tercera fuerza política en España en estimación de voto; y primera en intención directa de voto.

En este escenario, el PSOE se convierte en la segunda fuerza política a 1,5 puntos y el PP se situaría a 7 puntos en la encuesta de El País. Según el Barómetro del CIS, Podemos sería hoy la fuerza política más votada según el voto directo que declaran en la encuesta del CIS realizada entre el 1 y el 13 de octubre con un 17,6%, le sigue el 14,3% del PSOE y en tercer lugar el 11,7% del PP. Junto a estos datos que parten de la respuesta espontánea se colocan inmediatamente la estimación de voto elaborada con las variables de ponderación; y con estas se quedan tanto el PP como el PSOE. En voto más simpatía aparece el PP en primer lugar (con el 27,5% de los votos), seguido por el PSOE (con el 23,9%) y Podemos en tercer lugar (con el 22,5%). El PP ganaría las elecciones e intentaría formar gobierno en minoría pero, como puede verse, el escenario es completamente distinto: tres fuerzas políticas con escasas diferencias y, sobre todo, con la necesidad de gobernar en minoría y, posiblemente, a través de gobiernos de coalición. Finalmente, asistiríamos a un retroceso de IU en ambos sondeos, de un 3, 8% a un 4,8% y también de UPyD de un 3,4% a 4, 1% (Metroscopia y CIS, respectivamente).

La clave está en la abstención -15,7 % en el barómetro del CIS- pero sobre todo y en la recuperación o consolidación del espacio político progresista por parte de PSOE, IU y Podemos. En el caso del PSOE en la consolidación del liderazgo de Pedro Sánchez y en articular un programa socialdemócrata atractivo y renovador para la ciudadanía además de implacable con la corrupción dentro y fuera de su partido, además tendrá que pensar seriamente en la posibilidad de coaliciones si quiere volver a gobernar. IU después de vivir sus mejores momentos, tiene que pasar por una nueva redefinición de su proyecto y una nueva política de alianzas, está claro que Podemos ha alterado su espacio político. UPyD también baja sus expectativas. Finalmente, el PP parece ir a la deriva, sin más rumbo que la promesa de una airosa salida de una crisis que no llega, una Cataluña en el laberinto y un país asombrado por las tramas de corrupción que afectan a personas de su entorno.

La indignación se ha hecho anhelo de cambio y quién mejor ha sabido aprovechar este impulso en su discurso político ha sido Podemos, que ha conseguido generar unas expectativas como una fuerza sobre las que, puede depender, si se consolida esta tendencia la gobernabilidad de este país. Su aparición ha polarizado un discurso que era, hasta su aparición, de IU y de UPyD. Y, sobre todo, puede condicionar las estrategias y el espacio político del PP y del PSOE ante el futuro electoral más próximo. Sin duda, hay que valorar el hecho de que los sondeos se hicieron en un momento álgido de corrupción política y, por supuesto, falta mucho tiempo para las elecciones. Regeneración y cambio es la nueva política que exige la ciudadanía. Veremos quién puede.

*Ángel Valencia es catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Málaga