Lo propio de un verdadero país (se pueda llamar o no nación) es que funciona como un sistema integrado capaz de absorber y compensar las propias tensiones surgidas en su seno, o sea, una estructura cuya coherencia se autodefiende, aunque sea a costa de su modificación, como hace un cuerpo, o la naturaleza. Por ejemplo, en el caso de España, la aparición de partidos que privilegian el vector social, creando una nueva tensión, puede reducir la tensión territorial. De ser esto así, la surgencia de un anticuerpo de nombre Pablo Iglesias podría haber sido generada por las propias defensas del sistema-país. Calificar esa surgencia de providencial sería prematuro y excesivo, pero nadie que aspira nada menos que a gobernar un país aceptaría fácilmente que se hiciera pedazos antes de llegar. El único que parece haberse enterado de ello es un principio activo secesionista, de nombre Artur Mas.