La desnuda utopía de un santo

Al ver por primera vez a su esposa sin maquillaje tras la noche de bodas, su marido la ha denunciado por un feo fraude. Su país, Argelia, es todavía en gran parte un lugar distinto del que soñó hace medio milenio el canciller inglés Tomas Moro. Porque este señor propuso que, para evitar esos disgustos, que antes de casarse los novios se vieran desnudos (y, se supone, limpios de polvo y paja, como dice el refrán). Su consejo ha sido muy seguido en Europa, por países, al menos en eso, reales y prudentes, no utópicos.

Y no concluyo que el señor Moro -¡vaya apellido, en este contexto!- tenía más razón que un santo, porque él lo fue, canonizado por su martirio, y no en el matrimonio, como imaginaría quizá un malpensado, sino perder la cabeza de otro modo, a manos del verdugo por defender al papa más que a su rey.

Diego Mas MasMálaga

El peso de la monarquía

El peso de la monarquía preocupa, aunque de distinta manera, a todos los españoles no absorbidos sólo por el fútbol. Los antimonárquicos, consideran inmoral tener un jefe más sagrado e intocable que el papa, y del que son súbditos a la fuerza; pesándoles también el coste de una institución, seis veces más cara al menos de lo que oficialmente se reconoce. También preocupa a los monárquicos, ahora de nuevo, la que creen poco peso de la reina. Esta preocupación sería comprensible antes, ya que una mayor abundancia de carnes en partes estratégicas favorece la fecundidad y -por lo que Schopenhauer llama erótico engaño de la naturaleza- mueven más al varón a cooperar a la reproducción. Sin embargo, está fuera de lugar cuando, como hoy, la pareja real tiene ya dos dignas herederas? a no ser que subyazca en esos monárquicos un trasnochado machismo que pretenda imponer a un todavía posible hijo varón.

Alejandra Brea RomeroMálaga