Me avisan prudentes y bien informados amigos que no olvidemos la ciudad de Lalibela y sus templos sagrados. Quizás en un día no muy lejano estén cerca de la linea de fuego. Como la que amenaza hoy a las prodigiosas ruinas de Palmira, en tierras martirizadas de Siria. El lugar que tanto amó Lady Hester Lucy Stanhope, aquella dama inglesa a la que los árabes llamaban la Reina Blanca de Palmira. Allí se instaló con su séquito hace dos siglos. No es atrevido suponer que el fanatismo y la crueldad de los yihadistas la hubieran puesto en la lista de los decapitables. Como puso a Khaled Asaad, un prestigioso arqueólogo de 82 años, hombre sabio y bondadoso, alma de la Palmira histórica. Afortunadamente para Lady Stanhope, desde 1839 ella se encuentra fuera del alcance de bárbaros y dementes. No tuvo esa suerte Khaled Asaad. Hace unos pocos días fue decapitado. Y sus despojos expuestos en una columna de su ciudad amada.

Fue el emperador cristiano Lalibela en los finales del siglo XII un personaje muy importante en la antigua Roha, en el norte de Etiopía. Fue la capital de la dinastía de los Zague durante más de tres siglos. Ya era entonces, en los comienzos del reinado de Lalibela, un importante centro de peregrinación de los cristianos coptos. El emperador dejó un legado asombroso a sus súbditos. Tan importante que la posteridad vio como su nombre se utilizaría a partir de entonces para rebautizar a Roha, sede de los once templos rupestres, casi catedrales, que fueron cincelados en las inmensas rocas basálticas de aquella tierra. Las iglesias subterráneas de Lalibela forman dos grupos, comunicados por pasadizos y túneles. Destacan en esa Roma subterránea los templos dedicados a San Jorge, al Rey-Emperador Lalibela y su tumba, a San Gabriel, a Mercurios, a Abba Libanos. Y la Casa de María , con sus maravillosos frescos bizantinos. En las grandes celebraciones litúrgicas de la iglesia de los coptos los peregrinos acudían a millares.

Siempre me ha fascinado ese país, Etiopía, que nunca he podido visitar. Los primeros etíopes que conocí, hace ya medio siglo, fueron los empleados de las Ethiopean Airlines en Madrid. Gente amable y muy eficaz. Las agencias de viajes de la Costa del Sol tenían entonces una relación muy buena con ellos. Y recomendaban a sus clientes residentes en Torremolinos o Marbella utilizar sus vuelos en la escala de Madrid a Nueva York. Muy competitivos en precio, muy bien atendidos y milagrosamente puntuales. Nada extraordinario en aquella cultura milenaria que hizo posible aquel milagro de los templos hundidos en la tierra. Según la leyenda, fueron tallados por los ángeles que Dios envió a aquel antiguo reino. Espero que esos mismos ángeles protejan a Lalibela del mal absoluto en estos tiempos siniestros.