Hace 10 años, el 29 de agosto de 2006, comenzaba mi experiencia profesional en Arrabal-AID, una organización sin ánimo de lucro que por aquel entonces conocía por la ayuda que prestaba a las personas desempleadas y que retomaba después de un tiempo el trabajo con población reclusa para favorecer su inserción social y laboral.

Quién me iba a decir a mí cuando estudiaba Trabajo Social que dedicaría parte de mi carrera profesional a las personas privadas de libertad y en concreto, formar y tomar parte de su inserción laboral.

Aún recuerdo a mi primer usuario, un chico muy joven al que tuve que disuadir, no sé cómo, de robar para comprar pañales; la primera vez que entré en un centro penitenciario, de cómo me impresionaron los pasillos interminables o aquella otra primera ocasión en qué impartí un curso y me temblaba todo el cuerpo pensando si sería capaz de captar su atención e interés€

En Arrabal se hacen muchas cosas por primera vez y eso me gusta, si alguien se aburre es porque quiere. Esta asociación tiene muchas cosas, buenas y malas, pero libertad para crear e inventar no falta.

Tengo una lista de pequeñas cosas que he ido aprendiendo, y aunque a priori parezcan sin importancia, para mí han supuesto grandes lecciones. Pautas como la de nunca des nada por hecho o pregunta y pregunta hasta tenerlo todo claro se han ido incorporando a mí día a día. Aunque las necesidades sociales hayan cambiado, hay aspectos que no variarán jamás, como la escucha activa a la persona que atendemos, por lo que a veces hay que aprender a dejar de un lado el IPI, el currículum o cualquier otra gestión que estemos haciendo y escuchar sin más. Otra de mis lecciones favoritas es transmitir a quien asesoramos la idea de que siempre se puede hacer algo por mejorar o cambiar aquello que no nos gusta, que siempre habrá elementos que se escapan a nuestro control, que podemos ayudar a ver un atisbo de luz y que lo más difícil, pero también gratificante, es el trabajo en grupo.

En este proceso de una década he tenido también enseñanzas no tan positivas, como tener presente que entro y salgo de un centro penitenciario un día tras otro, mientras allí quedan personas para las que de algún modo no pasa el tiempo. Y otra casi peor, como es la pelea permanente con la administración autonómica, lo que me obligó tiempo atrás a dejar de percibir parte de mi salario. No hay justificación para los impagos y retrasos de más de un año por gestionar los propios programas de empleo de la Junta de Andalucía.

Parece que fue ayer y ya han pasado 10 años. Espero seguir formando parte de la Asociación Arrabal-AID muchos más, pues aún me quedan muchas cosas por hacer y áreas por descubrir con la misma ilusión y motivación que aquel primer día que hoy se viene a mi memoria.

*Pepi Reyes es responsable del área de Dinamización Social de la Asociación Arrabal-AID