Resulta chocante que la República Federal Alemana no fuera expulsada de la Unión Europea, al transformarse en un nuevo país tras la «reunificación» con un cuerpo extraño llamado República Democrática Alemana. Bajo este subterfugio, la RDA se incorporó a la UE sin los enojosos trámites que se reservan a actores secundarios como España o Croacia. Aquellos comunistas con medio siglo de vigencia incumplían todos los principios democráticos, pero contaban con buenos padrinos. Una de sus ciudadanas se llamaba Angela Merkel. De resultas, nació Alemania sin trabas comunitarias.

No incurriremos en la combustible comparación con Cataluña, porque nuestro interés léxico se centra en la «reunificación» que nadie llamó «reunión» alemana. Sin embargo, quienes se empeñan en conquistar a los catalanes en lugar de dedicarse a la tarea más seductora de convencerlos, enarbolaron a Barack Obama como apóstol de una «España fuerte y unida». En medio del maremágnum de la traducción, que no cabe achacar a la profesional encargada del vertido sino a la desidia del presidente estadounidense ante una mención impuesta, tal vez no se ha hecho el hincapié suficiente en que el emperador global no dijo «united» como en sus Estados Unidos, sino «unified». Los tratadistas del laberinto legislativo de la UE, que condena al infierno a los herejes, deberían apreciar la diferencia.

Hay más de una matiz entre unión y unificación, con un principio agente de mayor entidad sino violencia en el concepto unificador. La segunda acepción de «unificar» en el diccionario de la Real Academia apuesta por «Hacer que cosas diferentes o separadas formen una organización, produzcan un determinado efecto, tengan una misma finalidad».

Es decir, la unificación exige un proceso activo de consolidación entre realidades «separadas». De ahí el énfasis en el «hacer que», contenido en todas las acepciones de unificar del Diccionario, y que no figura en el más tierno «unir». Nada más lejos de nuestro ánimo que pretender que Obama consideraba a la España actual un país roto. En realidad, el presidente norteamericano no dijo ni una cosa ni otra, ante la mirada atribulada de un Felipe VI que veía tambalearse el leitmotiv de su visita a la Casa Blanca.

Después de leer repetidas veces las definiciones académicas de «unificar» o «unify», la melodía suena a federación o confederación. Si nos dirigimos a este desenlace, tal vez deberían ahorrarnos el tedioso conflicto burocrático previo.