Me gusta ir a los mercados porque hay mucha vida. Bueno, los peces que se ofrecen están muertos, como muertas están las vacas que posan hechas filetes apetecibles. La fruta sí parece viva y jugosa, lúbrica incluso, colorida y salutífera. Me gusta ir a los mercados. Hierven de gente desocupada. U ocupada en comprar. Me gusta sobre todo ir temprano. Nunca voy: es muy temprano. Si un día me levanto temprano es que tengo que ir a trabajar. Por tanto, no puedo ir al mercado. Que nadie tome esto como un artículo entonces teórico sobre lo que acontece en esos espacios agradables, uno tiene constatado ese ambiente matinal y agradabilísimo a fuerza de escapar del trabajo. Lo malo es volver con una bolsa de naranjas o almendras o aceitunas aloreñas y que el jefe se dé cuenta de que no has ido al médico o al banco o a una gestión urgente, sino que te has ido a dar un garbeo por el mercado. Claro que, bien mirado, si me doy una vuelta por el mercado puedo luego cumplir con mi trabajo de escribir este artículo. Un artículo fresco, evidentemente.

Hay escritores que no salen de su ciudad y sin embargo ambientan novelones en Nueva York o Londres o Birmania. Yo lo que necesito es ambientar mi vida en un mercado. Me gusta el olor, perderme por los puestos, preguntar, mirar, indagar, que se me cuelen las viejas, colarme yo en el puesto de encurtidos, adquirir boquerones, admirar caballas, imaginar la vida de un rape, ver los meros boquear y llevarme conchas finas en la retina. Ahora en los mercados se puede comer y beber y resulta particularmente agradable hincarse una caña y unos calamares con la banda sonora de la vida, que es el ruido que hace la gente cuando, a la vez, pasea, compra, paga, encarga, llama, tropieza o suspira al meter doscientos gramos de buen jamón en el carrito. Conviene ir más al mercado y menos al médico. En el mercado está todo fresco aunque no es menos cierto que en algunas consultas no te dan mucho calor. Ir al mercado vigoriza el ánimo, que incluso resulta menos lesionado al pagar que en algunos otros comercios. Huele a caldito de pintarroja y a pimientos rojísimos ideales para pipirrana. Me gusta ir al mercado. Temprano, que luego por la tarde la vida se apaga. Como el ánimo de uno a veces. Aguacates en la alacena.