Cierra el Videoclub Torcal, en Málaga, y se acaba el Parlamento nacional tal y como lo conocemos. Hay cierta concatenación. Sus señorías son como vídeos VHS en sus anaqueles escaños a quienes han ido dejando de usar. No se trata sólo de que se haya cambiado el videocasete por el disco digital en cualquiera de sus formatos. Es que la película se puede ver en distintos soportes a los que se accede desde plataformas que, como nuevas herramientas del sistema, nos facilitan la interacción y el visionado en diversas circunstancias. Del discurso político y lo que en demasiadas ocasiones había detrás, también. Pantallas, redes…

Las viejas corbatas escondían la suciedad moral. Y ahora, cuando algunos confiesan arrepentidos o denunciados su adicción a esa droga que se extrae de los demás, el dinero público, nos atemorizan con los sin corbata.

Pero Podemos no es la enfermedad, como mucho un síntoma (o una vacuna, para muchos). Es la democracia la que ha sido infectada por los poderes Legislativo y Ejecutivo, contaminados de partidismo hasta las mitocondrias (las que les sirven a las células para respirar). Una democracia sólo defendida y sólo en parte por el poder Judicial. Todo ha ocurrido en un proceso sostenido en el tiempo. Y hoy estamos enfermos todos. Aunque unos más que otros.

Que las nuevas herramientas políticas, Podemos y Ciudadanos, sean o no la solución está por ver. Pero el efecto regenerador lo ha traído su sola amenaza a la extrema tensión de la tarta institucional, cuyo nuevo reparto legítimamente reivindican. Ante la dialéctica de lo conocido y por conocer, el votante más concernido con su tiempo, joven o anciano pero liberado de la inercia de ser voto cautivo, sea éste clientelar o ideológico (un voto que tanto suelo electoral proporciona al PP y al PSOE en lugares como Andalucía y hasta hace poco Valencia), ha optado por votar el porvenir con todas sus incertidumbres y amenazas y pese a la falta de cuadros de quienes lo representan para no tener que rellenar con oportunistas o incapaces los escaños. Y todo apunta a que lo volverá a hacer en unas elecciones anticipadas, que son lo más probable tras la envenenada aritmética resultante del 20D; o en unas elecciones cercanas por la poca duración de cualquier pacto, si el empeño en sobrevivir a su partido de Sánchez por presidir un Gobierno en tenguerengue sale adelante, favorecido por el último caso de corrupción en el PP presuntamente en B de Barberá.

Pero qué harían los demás. Auto apartados de esa pregunta quienes votan nacionalista, son sobre todo los aproximadamente 12 millones que han votado al PP y al PSOE los cuestionados. Y para ellos, dado por perdido el voto de los otros quizá por primera vez en nuestra democracia, se escenifican las apariciones públicas. Sólo pensando en cómo volverán a reaccionar ante las urnas se toman las decisiones. Al menos, mientras dura esta nueva campaña electoral, España seguirá sostenida por los ciudadanos honestos y por algunos jueces.