No sabemos si en el puesto del mercado de Atarazanas de Málaga donde Rajoy se bebió una caña el otro día guardarán el vaso como reliquia o si lo lavarán veinte veces. Si rehusan exponerlo en vitrina enmarcado, con foto adjunta del grandioso e histórico momento y la leyenda: ‘Aquí bebió Rajoy’ (como pasa en tantos bares con Hemingway) piense usted que a lo mejor cuando visite el lugar y pida cerveza tiene la ¿suerte? de beber en el mismo vaso que lo ha hecho un presidente del Gobierno. En concreto, el presidente que ejerce actualmente, al que usted ama u odia o al que, no es descartable, le administra una sabia indiferencia de ciudadano preocupado y ocupado por asuntos que a otros ojos son más mundanos pero que para usted resultan vitales. La saliva de Rajoy se habrá ido, como la suya o la nuestra de otro vaso, arrastrada por el detergente y el agua, que todo lo purifica siempre que sea cristalina y de no dudosa procedencia. Parece que Rajoy bebió con sed, que es como hay que beber la cerveza, acalorado de tanto abrazo, asaeteado por el sol y diríase a veces, cuando se tocaba la frente, que se daba un aire, tenía el mismo gesto, que el entrañable gordo del logo de la cerveza Victoria, malagueña y exquisita.

Rajoy se está dejando la saliva por provincias y está comprobando la variedad cervecera de la nación, que lo mismo tiene a mano para él una Estrella Galicia que una Cruzcampo o una San Miguel o Alhambra. Una Mahou no sabemos, que es madrileña y predilecta de Garzón e Iglesias. Con ella sellaron el pacto el otro día, pacto que unos tildan de fagocitación, otros de alianza, no faltando quien en dicho pacto ve la espuma que sale por las fauces de la voracidad de Podemos respecto al espectro político, que se le queda estrecho y quiere bebérselo entero. Pacto del botellín. Dicen las fotos que el gaznate de Fátima Báñez y el de Moreno Bonilla también aliviaron la calor con el delicioso néctar cervecero o cervecil. La cerveza es la prueba de que Dios quiere que seamos felices, nos dejó dicho Benjamín Franklin, que a lo que se ve tenía tiempo para el cancaneo además de para inventar y hacer política. No sabemos si se paseaba también por los mercados ni si tuvo tantas campañas electorales como esta: fresquita, bien tirada aunque nos pille con el buche lleno. De política.