Nos dice el viejo y siempre augusto Espasa que «a pregón herido» era el acto de anunciar una cosa con marcada intención de que sea escuchada por todo el mundo. Es una expresión totalmente en desuso. Y por eso doblemente valiosa.

Cuando don José Bernal, el alcalde de mi pueblo, Marbella, me comunicó recientemente que la Corporación Municipal había decidido por unanimidad encomendarme el pregón de la Feria y las Fiestas de San Bernabé de este año de 2016 sentí vértigo. Lo confieso. No solo por mis inexistentes méritos para merecer este honor, sino también por ser Marbella uno de los más prestigiosos enclaves turísticos del planeta. En realidad trabajar en el mundo del turismo ha sido mi oficio de siempre. Y en Marbella me ganaba el pan de cada día casi a lo largo de toda mi vida. Eso justificaba tantas emociones.

Recordaba las palabras del Embajador don José Cuenca: «El que te encarguen el pregón de las fiestas de tu pueblo es uno de los mayores honores a los que se puede aspirar en España». Tenía razón don José, uno de los grandes personajes de la diplomacia europea, además de imprescindible y fecundo escritor y cervantista prodigioso. Don José, como siempre, sabía lo que decía: en una ocasión había servido brillantemente al lugar donde había nacido, como pregonero de las fiestas patronales de esa bella localidad jiennense. Y eso explica por lo tanto lo del vértigo de este modesto servidor de ustedes.

En realidad tuve un poderoso protector que me tranquilizó desde el primer momento: San Bernabé, ‘el apóstol de la alegría’, esa virtud tan andaluza. Al fin y al cabo el patrón de Marbella, donde mi familia y yo vivimos desde abril del 1964, siempre había sido objeto de mi especial respeto y reconocimiento. Me acercaba a este santo apóstol, compañero infatigable de San Pablo y protector de los marbellíes como alcalde perpetuo de la ciudad, el compartir con él un amor siempre agradecido a la lectura y a los libros. Según las crónicas, el Santo, después de su martirio, fue enterrado con el Evangelio de San Mateo sobre su pecho. Además me fascinaba su cambio de nombre. De José a Bar Nebuhah, Bernabé, el hijo de la profecía, en la sonora lengua aramea. Como también me fascinaba su felicidad, al cambiar el ser rico por la infinita alegría de poder entregar sus riquezas a los pobres.

La Iglesia celebra su festividad hoy, 11 de junio. El mismo día en el que aquella ciudad, que ya era notable en los tiempos de los romanos, Marbella, se incorporó de la mano de los Reyes Católicos a la Corona de Castilla. Me uno hoy a la gente de mi pueblo, con la humildad alegre y la gratitud que nos enseñó aquel Santo, nunca lejano... ¡Viva San Bernabé!