Sí, respetados lectores, deseábamos con ilusión que el verano llegara y ahora, se empeña en seguir y no dejamos de sudar. Como el año pasado y el próximo, si Dios quiere. De nada nos vale protestar, queramos o no, hasta la segunda mitad del mes de septiembre, por lo menos, no empezaremos a comer estofados de carne y pucheritos calientes. Yo, por si acaso, he preparado ya las chaquetas más ligeras porque nunca se sabe lo que nos pueden ofrecer las estrelladas noches de final de julio y de agosto. Cosas de abuelas, somos así de encantadoras y de previsoras. Gracias por el piropo.

Hace unos once días, cuando caminaba frente al Colegio de San Estanislao de El Palo, me paró una encantadora señora, anciana como yo, y me dijo que era una fans de mis «croniquillas». Lo juro, llamó a mis escritos «croniquillas». No teman, como me aconsejaba mi difunta suegra: «Antes de decir algo que te pesará a los diez minutos de haberlo pronunciado, respira profundamente y sonríe a tu interlocutor, ese gesto lo descolocará al instante. Si es tan lerdo de no recocer su error, te vas y Santas Pascuas. Tu interlocutor no merecía tu atención».

Siempre reconocí la sabiduría de sus sabios consejos. Cada vez que me acuerdo de ella reconozco que, si no hubiera estado en mi camino, mi vida hubiera sido otra, no dudo que peor.

Comprobaréis, que la guerra entre suegras y nueras no siempre terminan mal. Afortunadamente, la amable señora y yo nos hemos reunido y hemos hablado largo y tendido, de su vida y de la mía, al cabo, terminamos citándonos para dentro de dos semanas, si la salud nos acompaña. Ya notaréis que aquello que me pareció, en principio, una bobada, ha servido para alegrarme la semana. Bravo.