El enfrentamiento continúa (Putin habla de otra guerra fría) y solo cambian los métodos. Michael Hayden, director de la NSA y luego de la CIA, me dijo en cierta ocasión que durante la Guerra Fría se conocía la ubicación del enemigo pero era imposible destruirlo, mientras que ahora destruirlo es fácil y lo difícil es encontrarlo. Se refería a la lucha contra el comunismo y contra el terrorismo yijadista. Años más tarde las cosas cambian tan deprisa que ni siquiera es sencillo destruir al enemigo de turno, como prueban las largas guerras de los EEUU en Oriente Medio sin resultados tangibles, o la misma lucha contra el Estado Islámico. Hoy los tanques pierden valor militar y los ganan otros medios, de la misma manera que la vida de un soldado, especialmente si es occidental, tiene mucho más valor que en época de Gengis Khan, que no tenía que dar cuentas a nadie. Por eso las democracias ricas recurren cada vez más a contratar contingentes de otros países para llevar a cabo operaciones de imposición de la paz. Es exactamente la misma razón por la que los muertos en un atentado terrorista en París reciben más atención mediática que los que mueren en Ankara o Mumbai. Al menos por ahora es así, guste o no y sea o no sea justo, que no lo es. Este contexto hace que ganen predicamento los drones, los ciberataques y las técnicas de desinformación, que permiten obtener resultados satisfactorios con menor coste en una estrategia que complementa la propia de los enfrentamientos tradicionales. No es ninguna novedad pues Tsun-Tzú ya sabía la importancia tanto de conocer los objetivos del enemigo (información) como de inducirle a error sobre nuestras propias intenciones (desinformación) y los militares han usado desde antiguo ambas fórmulas.

Fernando Morán estaba convencido de que la campaña de chistes contra él, con objeto de desprestigiarle cuando era ministro de Asuntos Exteriores, se originaba en la embajada de un país amigo. Hace un par de años se descubrieron dineros rusos en las protestas contra el fracking en Europa, y no es extraño que en importantes licitaciones internacionales aparezcan artículos de prensa que critican algunas ofertas o la capacidad de los concurrentes para llevarlas a cabo, como sucedió con comentarios insultantes sobre nuestra supuesta incapacidad tecnológica por parte de medios de prensa norteamericanos cuando un consorcio liderado por Sacyr les arrebató las obras de ampliación del Canal de Panamá. No son hechos aislados sino moneda corriente. Otra arma eficaz son los ciberataques, como los recibidos por Sony (desde Corea del Norte) o el comité nacional demócrata norteamericano (¿desde Rusia?), las centrifugadoras iraníes de uranio (¿desde EEUU, Israel?)... Los ejemplos aumentan cada día..

Ahora hay una campaña de origen probablemente ruso (¿quid prodest?) en contra de la aproximación de la neutral Suecia a la OTAN bajo la forma de algún tipo de asociación militar, que está sembrando dudas e inquietud entre la ciudadanía a base de difundir mentiras como que se construirían silos de armas nucleares en suelo sueco, que los militares de la Alianza podrían violar a las muchachas suecas con inmunidad frente a los tribunales locales, que se podrían lanzar operaciones militares desde suelo sueco contra Rusia sin contar con la previa aprobación de su gobierno y otras parecidas, que complican el debate parlamentario pues son falsedades que mucha gente cree a pies juntillas. Lo cuenta Neil MacFarquar en un reciente artículo publicado en el New York Times, donde señala que los rusos utilizan para ello medios convencionales y otros encubiertos que lanzan noticias que luego son recogidas y difundidas con entusiasmo por websites de la extrema izquierda y de la extrema derecha europeas cuando sus intereses coinciden, por ejemplo para debilitar a la Unión Europea. El frente National de Le Pen recibió un préstamo de Rusia hace dos años por valor de diez millones de euros que puede no ser inocente. Esta misma semana tres periodistas del NYT, Becker, Erlanger y Schmitt han publicado un largo estudio acusando a Julian Assange (Wikileaks) de hacer desinformación que de forma voluntaria o involuntaria favorece a la Rusia de Putin, y citan varios ejemplos en apoyo de su tesis.

La OTAN está convencida de que sufre una campaña de desinformación con origen en Moscú, que ha convertido en eje de su política exterior impedir la expansión hacia el Este de la Alanza, y que siembra cizaña con objeto de dividir y crear tensiones entre sus miembros para romper su cohesión interna frente a las agresiones que lleva a cabo en Ucrania y en Crimea. Las cosas han llegado a tal punto que tanto la OTAN como la Unión Europea han creado servicios para luchar contra las desinformaciones que llegan de Moscú y que presentan una imagen agresora e imperialista de los Estados Unidos, y una imagen ineficaz y burocrática de una Unión Europea más creadora de problemas que capaz de resolverlos, particularmente en relación con las emigraciones masivas o la seguridad frente al terrorismo yijadista. También insisten en proyectar una imagen de la democracia como un sistema corrupto, caótico, ineficaz y dominado por élites y por los intereses de la gran finanza, y en esto los intereses rusos coinciden con los de partidos y grupos populistas y antisistema, que ofrecen terreno abonado a estas afirmaciones. Aunque sea falsa, esta desinformación cala con eficacia y nos debilita a todos, que es lo que quieren.

PS: No piensen que la desinformación es solo cosa de rusos.