¡Feliz viernes, amigos! ¿Qué les parecen las peleíllas que se traen entre manos nuestros políticos? ¡Me encantan! Unos dicen: «Has sido tú». Otros responden: «No, yo no he sido, el culpable ha sido tu vecino de escaño». ¡Es para estar escuchándolos durante todo el día!, son como criaturitas de básica. Pero, miren, si al estar sentados en su banca del Congreso sus señorías se convierten en adolescentes, bien empleados habrán sido nuestros impuestos porque esa es la mejor edad del ser humano: nos creemos los reyes de la Creación, los más listos, los más rubios, los más guapos. Y, si no, que se den un paseíto por el levante español y comprobarán que no estoy soñando, es que soy una anciana que ha vivido mucho y observa «las buenas maneras» de algunos de nuestros gobernantes. Yo les diría: «Señores, cuiden sus formas de comportarse que hay niños que repiten sus malos modos después de verlos en el Telediario, no estaría bien que le tuviéramos que poner un «Prohibido para menores de cuarenta años» ¡Son como niños!

Les cuento mi última aventura: Salía sola de mi casa hacia la peluquería, todo a tiro de piedra. Me para una señora de mi edad, más o menos y me dice: «¿Por qué no me has saludado?». Le respondí: «Perdone, señora, pero no la conozco». «Eso es mentira, a mí me conoce todo el mundo, soy Caperucita Roja». Le respondí: «Mucho gusto en conocerla». Una señora que pasaba por mi lado me hizo un gesto para indicarme que la pobre mujer estaba algo ida. «Bueno, señora, mañana nos vemos en calle Larios y tomamos un café ¿Le parece?..». «Divino, me encanta calle Larios».

¡Madre mía! No hay nada que me inquiete más que un perturbado. ¿Por qué será?