La cobardía es uno de los rasgos que más detesto en un ser humano y me temo que en nuestra sociedad hay más cobardes de los que nos podemos permitir. Los hombres que cometen un delito de violencia de género deben ser rechazados, no caben medias tintas ni excusas, pero también es execrable la conducta de quien mira para otro lado o, peor aún, de quien justifica cualquier tipo de maltrato.

Uno siempre trata de rehuir de la frialdad de los datos en estos casos y por eso muchos medios de comunicación optan por contar el drama humano de las víctimas, considerando tanto a las mujeres como a los hijos. Ponerse en el lugar de una mujer maltratada pone los vellos de punta. No obstante, parece evidente que es necesario saber a qué se enfrenta nuestra sociedad y cuáles son sus retos de cara al futuro, y los números sirven para contextualizar.

Cada día se interponen en Málaga nueve denuncias por violencia de género, una auténtica barbaridad, y hay dos asuntos que me preocupan especialmente: por un lado, que las víctimas y las familias apenas denuncian, sino que en la mayoría de los casos lo hacen los policías o los profesionales sanitarios; por otro, que las agresiones por violencia machista a menores sigue creciendo (un 10% en el último año).

Estos datos confirman que la sociedad sigue sin mirar de frente a la violencia de género, que la ve como un asunto personal o familiar en el que no deben inmiscuirse. Sólo así se explica otro dato si cabe más preocupante: la mitad de los ciudadanos admite que no denunciaría a un amigo o familiar aunque sepa que maltrata a su pareja. ¿Hay una forma de cobardía más vil y condenable?

Actualmente se invierte mucho tiempo y dinero en educar a los adolescentes en igualdad, en campañas de prevención y lucha contra la violencia de género, pero hace falta valentía en un ámbito, el personal, al que ninguna institución ni colectivo puede llegar. Conocer una conducta de violencia machista, ya sea física, psicológica, económica o de cualquier tipo, y cerrar los ojos es deplorable, no tiene perdón.

El Colegio de Abogados de Málaga, que me honro en representar, seguirá poniendo en marcha campañas y proyectos que promuevan la igualdad y que persigan erradicar la violencia de género. Y los abogados de oficio realizan cada año más de 4.200 asistencias a mujeres a través del Turno Especial de Violencia de Género, demostrando una vez más el compromiso de la Abogacía con las personas más vulnerables y las que más nos necesitan.

Sinceramente creo que la sociedad en su conjunto no es consciente de la magnitud del problema, de las consecuencias que tiene para las víctimas, para sus hijos, para su familia y para la dignidad de todos los que formamos parte de ella.

La violencia de género es uno de los problemas más graves de nuestra era, en cuanto que afecta a la vida de muchas personas, y hemos de reconocer que nuestra sociedad fracasa cada vez que una mujer es asesinada o maltratada. Hay que plantearse que la solución pasa por la Justicia, pero también por la educación y la información, empezando desde edades muy tempranas para formar a los niños y las niñas en igualdad. Las conductas machistas hay que erradicarlas cuanto antes y unas veces son más sutiles que otras. Por ejemplo: a las mujeres se les exige que demuestren su valía mucho más que a los hombres y tienen mucho más difícil el acceso a puestos de responsabilidad. Estas son, indiscutiblemente, formas de discriminación y, por lo tanto, hay que luchar contra ellas. Ante realidades como estas y ante cualquier acto de violencia, hay que abrir los ojos y ser valiente.

*Lara es decano del Colegio de Abogados de Málaga