Todos los que en una u otra medida pertenecemos al deporte, y más especialmente los que nos dedicamos a la formación, nos sentimos orgullosos de la tremenda implicación de los estamentos deportivos en la solidaridad. Todos hemos sufrido en la distancia el tremendo desastre que acaba de vivir el club de fútbol brasileño Chapecoense. Las muestras de apoyo y cariño han sido tremendas ante la ruina psíquica que tiene que vivir un club que pasa por tan trágico suceso. Su rival en la final de la Copa Sudamericana (el homónimo de aquel continente de la Europa League), el Atlético Nacional de Menellín, no tardó en pedir a la organización de la competición que proclamaran campeón al club brasileño. El resto de clubes del país carioca ya han mostrado su intención de ceder jugadores al Chapecoense para la próxima temporada, intentando así que el club no descienda o desaparezca y que pueda ir resurgiendo de este durísimo golpe que le acaba de dar la vida. Hasta el Cádiz CF ya ha formalizado una invitación a los brasileños para invitarles al próximo torneo Carranza con el ánimo de sumar un granito de arena económico a sus colegas, euros que también ayudarán a empezar de nuevo.

Siempre hay deportistas apoyando campañas de lucha contra el cáncer, por ejemplo. Muchos prestan su imagen para ayudar a niños con enfermedades raras, intentando así recaudar fondos para seguir investigando la curación de esos malditos males o simplemente buscando mejorar la vida en la medida de lo posible a esos niños enfermos. Es para sentirse orgulloso de cómo abanderan asociaciones benéficas o dan su nombre a fundaciones. Todo con el ánimo de ayudar al prójimo. Anuncios, actos benéficos, declaraciones... Los deportistas siempre están dispuestos a prestar su imagen en beneficio de cualquier causa solidaria.

Hace pocas fechas hemos podido ver cómo todos los más importantes deportistas daban la cara en la campaña contra la violencia machista. Nadie se esconde a la hora de mostrar al mundo el apoyo a las víctimas de ese problema que azota a nuestra sociedad y que cada día genera desagradables noticias en todos los informativos. Nadie duda en apoyar a esas mujeres indefensas que sufren el acoso y el maltrato de hombres que no entienden que por ser hombres tenemos el precioso deber de cuidar y querer a nuestras esposas, novias o madres. En esto no hay exclusiones. El rechazo a la violencia machista y el respeto a la mujer es unánime.

Por eso no puedo entender cómo alguien del deporte es capaz de redactar un contrato a una jugadora incluyendo una «cláusula antiembarazo». Seguro que se aprovechan de la necesidad de esas jugadoras, de su corta edad, de sus ilusiones y del mal asesoramiento, porque incluir un apartado en un contrato para romperlo unilateralmente en caso de embarazo es totalmente anticonstitucional. ¿Cómo se puede caer tan bajo? ¿Cómo se pueden pisotear de esa manera tan grave los derechos de las mujeres?

Estamos en una época en la que parece que todo vale y es evidente que nadie pone una pistola en el pecho a nadie para firmar cualquier tipo de relación contractual. De hecho, esta práctica parece que no es nueva y que muchas jugadoras han firmado contratos con este tipo de cláusulas porque no tenían más remedio o bien porque no tenían mayor interés para ellas. Pero el verdadero problema no radica ahí sino en qué hay dentro de las mentes de esos dirigentes de clubes deportivos que son capaces de dar una patada a su conciencia (o simplemente no la tienen) y redactan en un contrato algo tan despreciable.

Ellos no son gente del deporte. Tendrán otras metas que nada tienen que ver con aquello que representan. Y como gente así dudo mucho de que se marchen del deporte por su propio pie, es necesario denunciar abusos de poder de este tipo para que sea la justicia la que les expulse. Ese tipo de personajes son capaces después de empujar a quien sea para salir el primero en la foto de la campaña que sea para demostrar su implicación social y que son más solidarios que nadie, pero después no les tiembla el pulso a la hora de abortar los derechos a sus trabajadoras. No queremos a gente así en nuestro deporte.