La fundación de Amancio Ortega va a donar 320 millones de euros para que los hospitales públicos de toda España compren 290 equipos de última generación para el diagnóstico y tratamiento radioterápico del cáncer. No seré yo quien critique al creador del grupo Inditex por ello. Me da igual si lo hace, según repiten sus detractores, por desgravar a Hacienda, por compensar una supuesta evasión de impuestos, por lavar su imagen tras ser acusado de utilizar mano de obra infantil en sus fábricas de países subdesarrollados o si simplemente es un acto de generosidad de una buena persona. Bienvenido sea este dinero porque todo es poco para la investigación, prevención y tratamiento del cáncer. Eso sin duda. Ahora bien, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, se mostraba el otro día exultante al recibir los 30 millones que le tocan a esta Comunidad de la donación del creador de Zara. Decía Puig que esta donación va a suponer un salto cualitativo en la Sanidad pública y va a permitir paliar nuestro retraso tecnológico en materia oncológica lo que, viniendo de uno de los máximos dirigentes políticos de este país, no deja de chirriar. ¿De verdad en esta España nuestra del siglo XXI tenemos que depender de la caridad para avanzar en la curación del cáncer? ¿Es que hay algo más importante para cualquier gobierno que invertir en un sistema sanitario universal y puntero cuyo desarrollo no dependa en ningún aspecto de que a uno de los hombres más ricos del mundo le vayan bien las cosas?

No sé a ustedes, pero a mí, que en Alicante nos tenga que pagar Amancio Ortega un aparato diagnóstico, cinco mamógrafos, una resonancia y tres aceleradores digitales porque no hay dinero público para comprarlos, me inquieta, y aún me preocupa más el aplauso del presidente Puig con la misma actitud que el jefe de una tribu de Sudán agradeciendo a la ONG de turno la construcción de un pozo para acercar el agua a su poblado.

El problema es que entre unas cosas y otras parece que en este país seguimos sin tener agua suficiente. ¿Cómo no nos vamos entonces a sentir agradecidos cuando, aunque sea por caridad, alguien nos coloca un grifo en casa?