Que les cuenten un cuento, les atrapen, les fascinen, les hagan creer que las imágenes se mueven aunque estén expuestas y quietas, que les provoquen algo más que alejamiento, desentendimiento, aburrimiento€ Mi hijo de seis años me dice que lo pasó bien el otro día en la excursión de su cole al Museo Interactivo de la Música en Málaga, MIMMA, cuyo lema me encanta: «Se ruega tocar».

A los adultos también. Que nos conciernan, estimulen, narren, contextualicen, inquieten en los museos. Recuerdo una pequeña discusión con quien fue uno de los gerentes del Museo Picasso Málaga, cuando le propuse añadir relato a la etiqueta de cada obra de una atractiva exposición sobre las mujeres en la vida de Picasso. Que no pusiese sólo «Técnica mixta sobre papel. 1954», pongamos por caso. Algo que identificase a la mujer retratada (aunque no necesariamente de manera reconocible y figurativa, en muchas ocasiones) en ese momento de la vida del pintor y de la de su pareja. Eso serviría para comprender mejor no sólo la etapa pictórica de búsqueda y hallazgos del artista, sino la incidencia de aquellas mujeres en la personalidad del genio y en su obra, además de para estimular nuestro interés sobre quiénes eran, al margen de su momento de vida compartido con Picasso, cada una de aquellas mujeres. A aquel gerente le pareció poco menos que una aberración mi comentario, al margen de una «catetada», supongo, por la manera en que me miró al responderme con cierta displicencia que eso era inadecuado.

Anteayer se estrenó La Escuela de Londres, una maravillosa exposición en el Museo Picasso. Diez talentos sin escuela que crean escuela con sus trazos tras la Segunda Guerra Mundial, traídos en colaboración con la Tate Modern Gallery londinense. Tiene razón Pepe Lebrero cuando incide en la importancia de que ahora mismo en Málaga se estén dando cita las colecciones más relevantes del arte en Europa, las de París (en el Pompidou) y la de Londres (en el museo que él dirige con el apoyo fundamental de Christine y Bernard Picasso). A ello resulta fácil sumar las potentes exposiciones que se pueden disfrutar en el Museo Ruso (actualmente el lujo clásico de la pintura figurativa en tiempos de los Romanov y la explosión abstracta de Kandinsky). O propuestas tan exitosas en el mercado de lo contemporáneo como la del surrealismo pop de Mark Ryden que se clausuró hace un mes en el CAC, etc.

Pero si Málaga no hace suyo todo esto, insisto en esta columna como en alguna otra ocasión, no será fácil, ni para algunos lógico, contagiar a quienes lo pagan de la verdadera relevancia de lo que tienen, de lo que ahora utilizan como reclamo de imagen de ciudad y, sobre todo, de lo que deberían aprovechar para su uso, disfrute y crecimiento personal.

La Málaga de los Museos tiene que ser primero para los malagueños y luego para el turismo y la industria cultural. Esperar que funcione al revés implica un riesgo con fecha de caducidad. No sólo incentivos a las empresas que apoyen la Cultura en Málaga, como los que se presentarán mañana en el Plan Decenio con la presencia del secretario de Estado. Hay que seguir, o empezar, en el empeño de inocular aquello por lo que apostamos en los colegios, institutos, UMA, asociaciones de vecinos, peñas, cofradías€ Sí, en todos. Nunca terminó de funcionar el despotismo más o menos ilustrado. Y esto vale para las terrazas, los apartamentos, los bares, las franquicias, los cruceros, los eventos y, cómo no, los museos. Todo para el pueblo -incluso todo para el turista-, pero con el pueblo.