Por primera vez parecía que el futuro del antiguo Astoria veía luz al final del largo túnel. El concurso de ideas ganado por Banderas y Seguí nada tenía que ver con las anteriores ocurrencias de algunos, ya era hora de dejar atrás los bosques urbanos, los espacios abiertos y las plazas que dejaban de ser plazas, esas y otras memeces habían sonado hasta casi conseguir, como siempre, que por agotamiento se dejase hacer cualquier cosa.

Tanto el arquitecto como el actor han dejado patente que no solo son buenos en aquello de proyectar e interpretar, también en idear sobre nuestro modelo de ciudad. Era un proyecto pionero en Europa, era un proyecto al que Antonio Banderas regalaba su imagen, su ser, su proyección y fama mundial para traer a Málaga periódicamente a personalidades del mundo del cine y el teatro a los talleres, seminarios y cursos de dirección que albergaría el complejo a construir.

Cualquier ciudad del mundo hubiese envidiado contar con un proyecto así, pero no era sólo cuestión de invertir, era necesario tener además a la persona, en este caso nuestro más reconocido actor, y que además estuviera dispuesto a dejar ahí su legado personal, su impronta y su dinero.

Pero tanto Banderas como Seguí olvidaron que estamos en Málaga, olvidaron que en nuestra ciudad a todo se le pone un pero, que aquí los proyectos se eternizan y si son buenos, como es el caso, se dinamitan. Para ello tenemos verdaderos expertos en eso de destruir en vez de construir. Parece que aún viven en cavernas, pero no, viven de lo público y algunos hasta bien acomodados aunque prediquen austeridad y dicen que representan a los más desfavorecidos. Pero lo que intentan callar esos dinamitadores es que cada vez que tiran por tierra un gran proyecto para Málaga, están acabando con las expectativas de mejora de calidad de vida de aquellos a los que dicen representar, disminuyen nuestro potencial de crecimiento, de generar riqueza, de incrementar nuestro PIB y pese a que algunos aún no lo hayan entendido, de generar empleo.

Pero esta vez, la ceguera ha hecho ir más lejos a los de las cavernas. Todo no vale. Se puede estar en contra de una idea, pensar diferente o no compartirla, pero de ahí a la descalificación, insulto o desacreditación de quien lleva a gala su tierra, presume y se siente orgulloso de ella, ha sobrepasado todos los límites. Pero la tierra tira, y el señorío seguirá haciendo gala en nuestro embajador Banderas, quien de sobra sabe que a pesar de algunos voceros, es y será siendo profeta en su tierra.