La ciudad nos regalaba su feria. Tan jóvenes, ni sabíamos ni parecía importarnos demasiado que todo aquello que nos proporcionaba tantos argumentos para el disfrute descansaba sobre las espaldas de peñistas, vecinos, munícipes y trabajadores de toda índole que lo hacían posible, en gran parte de manera onerosa y sureñamente idiosincrásica.

Sapos y culebras

Hoy, en ciudades como Málaga, la feria, los museos, los monumentos, las playas, las calles e incluso ya las viviendas son una ofrenda para el turista con objetivo económico en una lógica ascendente. La eterna búsqueda del término medio en la que se empeña el ser humano más templado de carácter, la puesta en valor de ese término «sostenibilidad» también manoseado, convive hoy con los últimos actos de protesta contra el turismo masivo de esos grupos radicales arraigados en Cataluña y el País Vasco. Habitualmente vinculados al independentismo, allí los radicales parece que en vez de degustar la exquisita cocina de su tierra comen sapos y culebras en el menú del día, a diferencia del Sur donde quizá el gazpacho y los espetos de sardinas o los boquerones rebajan la tensión. Lo que no quita que el éxito turístico no conlleve en su desequilibrio su correspondiente posibilidad de morir de éxito.

Insomnio turístico

Aún a riesgo de parecer facilón en un análisis somero como requiere esta página de agosto, quizá quepa establecer como regla general que cuando una gran parte de quienes habitan una ciudad no percibe como una mejora en su calidad de vida la afluencia de turismo a su ciudad, se agravia con la sensación de que con lo que unos pocos se forran y bastantes aprovechan las estacionales migajas, ellos y su ciudad pierden. Entonces el turismo deja de ser un sueño para convertirse en insomnio. Limitar esto estando prevenidos para contrarrestar los efectos de un éxito tan desmesurado como deseado es difícil pero fundamental. Aunque hay algo tan importante o más que conviene vehicular y que quizá puede ayudar a que esto sea más fácil. Mantener además de obtener.

Pensemos

El pregón de la feria en Málaga, por ejemplo, ha dejado de importar. El pregón es lo que sobra antes de que empiece el concierto multitudinario del que forma parte en la playa. Conciertos así los hay en todas las ciudades del mundo que dan al mar. En la ya arrasada ruta del bacalao del Levante español los hubo a manta. Viví alguno. Quiénes este viernes irán al pregón son una minoría. En la playa se dan cita desde hace años quienes van a disfrutar de la noche y de su juventud en un porcentaje mayoritario, como en aquel concierto por cuya difusión pagamos a la cadena musical MTV para poner a Málaga en cierto panorama. Y dio sus frutos. Pero vender tantas hamburguesas y alquilar tantos pisos turísticos, y no tan turísticos, era y no era el objetivo. ¿Museos y chunda chunda pueden convivir como modelo de éxito de una economía basada en el sector servicios? Puede que estemos inventando el más sostenible «todovale» del sector turístico aglutinando el cultural, el de ocio y playa, el idiomático y el etcétera. Pero también cabe pensar que no. O, en todo caso, cabe pensar, ¿no?

Pregón

Respeto a las personas que han pregonado Málaga por su Feria. A todas. Incluida Lamari, una mujer y una artista estupenda. Pero hago una pregunta: ¿Podrían ser Manuel Alvar (1990), Romero Esteo (1995), Manuel Alcántara (1988), Pablo García Baena (1991), Rafael Pérez Estrada (1989), María Victoria Atencia (1992) y algunos otros de similar dimensión cultural que también lo fueron, pregoneros de la Feria actual? Para quienes piensen que no, ¿por qué no? Porque las cosas se han hecho de otra manera. ¿Mejor? Esto no es un ejercicio de nostalgia. Quien esto escribe es poco proclive a ese sentimiento. Describo: En aquella ciudad se iba a escuchar el pregón desde el balcón del ayuntamiento. La gente discurría parque arriba y parque abajo. Detrás del pregón, los fuegos. Y tras los fuegos, la fiesta tomaba la arteria verde del casco histórico. En una punta, ante la fuente de las tres gracias, el concierto que hoy podría asemejarse al de la Malagueta. En la mitad, en el recinto Eduardo Ocón, el de los flamencos de Málaga. En la plaza de la Marina, orquesta de baile hasta la madrugada.

Huevos rotos

La ciudad ha de ser todos. Pero qué ciudad somos ya. ¿Una demasiado parecida a otras? ¿Se puede conservar o adaptar lo que hace distinta pero no distante a una ciudad como atractivo turístico y que con ello ganen habitantes y turistas por igual? Lo que no cabe discutir es que se podría hacer más para enviar el mensaje de que la Cultura, con mayúscula, no es aburrida. No conviene poner en la canasta de la superficialidad -que no es moderna sino romana, y tan vieja como la avaricia y la hoy celebrada vulgaridad- todos los huevos de oro de la gallina turística. Porque el viernes empieza la Feria y… Porque hoy es Sábado