En la cultura de la irresponsabilidad nadie es responsable de nada salvo el chivo expiatorio, que, como su nombre dice, expía la culpa de otros. Esto ocurre ahora con los bulos que, por su amplificación exponencial en las redes, están desfigurando el sistema democrático. Se busca al culpable de la emisión de los bulos, pero su principal propagador es el que les da crédito y los difunde. Como la mayoría de las veces la mentira del bulo es evidente, y sólo hace falta una mínima crítica para verlo, o sea, ponerse el antivirus, los que dan pábulo al bulo son simples cómplices, que se dejan engañar si la mentira beneficia su posición sobre tal o cual cosa. Así que basta ya de coñas, el que no se pone el filtro es porque opta por regodearse en el bulo y engordar su tamaño. Luego, cuando haya quedado desmontado, le echará la culpa a un autor remoto e ignoto: el chivo expiatorio innominado.