El camino de la paz

¿Tiene alguien que pretenda la integridad y soberanía del territorio español, más razón que quien pretenda lo mismo aplicado al territorio catalán?

Obviamente la respuesta no estriba en el tamaño de la pretendida nación, ni en su historia, ni para nada en su potencia bélica. Si no que los verdaderos argumentos decantadores, deberíamos buscarlos en la calidad humana del objetivo.

En el proyecto de Unión Europea subyace la apuesta por la paz más audaz toda nuestra historia. Hablamos de países que tradicionalmente y hasta hace una generación, habían estado enfrentados a muerte. De una pluralidad lingüística destacada. De un continente multicultural y con más fronteras de las que el sentido común podía soportar actualmente.

Es innegable que el principal objetivo de la unión era económico, pero no es menos cierto que su principal efecto colateral, ha sido el periodo de paz más prolongado que nunca había conocido Europa. Y lo mejor de todo es lo extrapolable del proyecto. Esa es la manera de hacerlo. Sin perder de vista los parámetros económicos, buscando una cierta equiparación de estos antes de unificar espacios, pero con la firme voluntad de hacerlo.

Ahora que ya tenemos la certeza de que la supresión de fronteras es el verdadero camino de la paz, tenemos la responsabilidad moral de desarrollar los trinquetes sociales que nos ayuden a avanzar siempre en ese sentido, y a nunca retroceder.

Nunca llegaremos a tener más razón, solo por sentirnos más españoles, o más catalanes. Pero sí por opinar que la unidad territorial de los países, contribuye decisivamente a la viabilidad de la Unión Europea, y que esta última es la necesaria antesala para que futuras generaciones completen el mapa de la sensatez humana.

Miguel A. Castro. Málaga