La cosa es que no para de llover. En la plaza de la Merced, la asamblea de palomas rechaza la lluvia. Bendita agua que cae y llena pantanos, alivia sequías y hace que las administraciones ya no tengan que tomar medida alguna contra la sequía. La principal fue rezar para que lloviera. Sus plegarias han sido atendidas. Agua va. Nubes preñadas.

Uno camina por la ciudad comprobando la bondad del impermeable adquirido años atrás, que estaba tan tranquilo en el armario, conversando con los abrigos y bufandas, ligando con los chalecos. Fue sacado de su indolencia vacacional y puesto al servicio de un cuerpo más acostumbrado al calor, a la escasez de ropaje, a la ligera cazadora o fina americana. «Nunca lloverán rosas: cuando queramos tener más rosas debemos plantar más árboles», dijo George Elliot. Yo para leer a Elliot siempre me pongo impermeable, no vaya a ser que las lágrimas me pongan perdida la camisa. A otros escritores los leo pasándome las páginas por la frente, para ver si me entra algo por las entendederas, si es que las entendederas están en la frente, visto que hay gente que parece que las tiene en el culo. Una vez leí una novela bajo la lluvia con tan mala suerte de que las gotas impregnaron la última página, la tinta se corrió y no pude leer qué pasaba al final con una bella chica de Nápoles, que aquejada de ceguera había confiado en la promesa de un barbado y romántico joven al que, aún faltándole un dedo de la mano izquierda, había marchado a la guerra contra Francia. Lo hizo provisto de tres amuletos: una moneda de la antigua Roma, un libro sobre nenúfares y un pañuelo de la citada joven. Ella, al no tener ya el pañuelo con el que secarse las lágrimas dejó un buen día de llorar. Plas. Fue cuando las nubes lloraron por ella justo encima del campo de batalla donde el barbado andaba a espadazos con infieles y hasta con fieles. Y hasta ahí pude leer.

Cae agua, las calles parecen más grande, la gente camina más lento, la ciudad adquiere otro ritmo. Una niña mira la vida por la ventana. Me ve. La veo. Hola. Tal vez sus padres por miedo a la lluvia han rechazado escolarizarla hoy. No aprenderá matemáticas pero tal vez sí aprenderá los tipos de nubes. Cirros, cúmulos y estratocúmulos. Aunque hoy salga el sol, el artículo está húmedo, como el ambiente. La previsión anuncia más lluvia mañana, melancolía el miércoles y paella el sábado. Quién sabe qué ropajes llevaremos el domingo.