Un tuit es como una tapa, pero al final hay que comer». Lo dice inteligentemente Raquel Lanseros, poeta e hija, según apunta el entrevistador, del colectivo Mary Shelley. Supongo que se refiere a que es hija literaria. No hay nada tan efectivo como una elipsis ni nada que pueda meterte en un lío peor que una elipsis que no se entienda. O que se entienda mal. Ojalá sea verdad eso de que hay que comer. Me temo que ya hay demasiada gente acostumbrada a vivir de los aperitivos. Yo mismo ayer, en otro plano diferente al literario, tomé cinco aperitivos. Entre gildas, aceitunas, pepinillos etc. Y quedé bien saciado. Tendente a la pedorreta también, todo hay que decirlo.

Savater recuerda en un artículo a Benjamín Jarnés. Más exacto sería decir que da a conocer a Benjamín Jarnés. Yo no sabía quién era pero me entran ganas furibundas de leerlo. Aragonés, muy popular en el siglo pasado, escribió biografías a lo Chesterton. Es decir, narró la vida de prohombres pero poniendo mucho de su propio juicio y acervo.

No eran biografías académicas plagadas de citas y fechas. Una de ellas fue la de Emilio Castelar. Yo mismo he fantaseado a veces con escribir biografías amenas y jugosas pero sobre personajes inventados. Claro que siempre he llegado a la conclusión de que eso sería en realidad una novela. Además de a Jarnés, hallo hoy otra reivindicación de escritor español del XX un tanto olvidado. Se trata de Juan Antonio Zunzunegui, bilbaíno muy popular y leído en su tiempo. Habla de él un lector en una carta a un periódico. Me resulta alentador, conmovedor, fascinante, raro, estupendo que alguien se acuerde en un diario de provincias, de provincias del sur, de Zunzunegui. El tal Zunzu tenía una amante y una vez pidió a un buen amigo compartirla. O sea, compartir gastos. Mantenerla, a ella y al piso, a medias. O tal vez fuera el amigo el que se lo pidiera a él. Me llega esto de primera mano, de una familia, mi famlia, que lo conoció. Ya hoy nadie le pone un piso a las amantes. Si acaso le ponen una tarde de jueves una habitación de hotel. O le ponen los cuernos con otras o le ponen un reloj en la muñeca como regalo un día 23 de diciembre antes de marchar una semana con la legítima y los vástagos y volver luego con tres kilos más y nuevas y vagas promesas de una vida futura juntos.

Además de Lanseros y Savater, el periódico trae otras cosas, que incitan o desganan, motivan o espolean. El verbo espolear está poco espoleado, languidece ahí como escasamente motivado. Si acaso lo utilizan unos pocos cronistas deportivos que más parecen espolearse ellos que otra cosa.

Cansado del periódico, o sea, del plato principal y nutritivo, me voy al Twitter, que esta vez cumple la función de postre y no de aperitivo. Sólo diez minutos, antes de irme al mercado a comprar pimientos rojos y un pargo, me digo. El primer tuit que me sale dice que Andalucía es la segunda comunidad autónoma en volumen de comercio exterior. Pues sí que está la cosa muermo. No sé cómo se comportaría Castelar en Twitter. Una vez estuvo seis horas hablando en las Cortes sin parar.